Champy |
Lo vivido el domingo, lejos de hundirnos, ha de fortalecernos. Parece un tópico, es más, probablemente lo sea; pero no nos queda otra. Perder contra el eterno rival y más de esta forma es doloroso, más que doloroso. Nadie dijo que fuese fácil, nadie dijo que el ascenso a Primera, después de llevar persiguiéndolo durante cinco años, fuese una misión baladí. Tras superar el llamado “tourmalet” contra los equipos más punteros del campeonato dimos un gran paso adelante presentando nuestra candidatura, pero el final, el verdadero final, viene ahora. La derrota contra un Deportivo al que le acompaña la suerte en los momentos clave (como nos ocurriera a nosotros en el último ascenso, comandados por un Fernando Vázquez quejumbroso en lo que se refiere al “jogo bonito”) no debe hundirnos ya que lo mejor, lo más bonito, aún está por llegar.
Hago este llamamiento a la calma para ahuyentar, cuanto antes, el desánimo. 30000 almas llenaron Balaídos en uno de los momentos más importantes de la temporada, 16000 lo habían hecho anteriormente ante el Almería y, incidentes de cuatro desalmados a parte, el comportamiento y el ambiente fueron ejemplares. El estadio rugió cuando más se le necesitó, presionó e incluso demostró caballerosidad en el momento en el que Valerón, uno de los mejores jugadores españoles de los últimos tiempos, se retiró del terreno de juego ovacionado. No nos desfondemos ahora. El equipo, tras este duro golpe, necesita a Balaídos lleno para encarar, definitivamente, el ascenso. Podemos ganarlo todo y, si lo hacemos, estaremos en Primera con todos los honores. Fallar no es la opción.
El domingo, cuando veía a mi alrededor, veía ilusión. Veía sonrisas, ojos humedecidos, emoción, hermandad. La grada palpitaba y, con ella, lo hacía el equipo. Parte de la culpa de la remontada, del espectacular empate, provino de la falta de desánimo de la grada. No permitamos, después de ese mazazo superando el minuto noventa, que ese desánimo cunda y que, como ya ocurriera la temporada pasada, la fortaleza se derrumbe hasta dejarnos al descubierto e indefensos ante el peligro. No lo podemos permitir. Es solo un partido, un desgraciado partido que nos ha privado momentáneamente del segundo puesto. Y recalco el momentáneamente porque estoy seguro de que el equipo responderá y volverá a escalar lo ya escalado con anterioridad en aquellas gloriosas semanas de febrero y marzo.
Confiemos en este joven equipo plagado de defectos pero voluntarioso como el que más. Sí, es cierto que ayer se repitieron los errores del pasado, que la inexperiencia nos jugó una mala pasada y que nuestro rival se encontró más cómodo auspiciado por su veteranía y la tranquilidad que aporta el colchón de la primera posición. La ansiedad, las ganas de agradar, el querer meter gol desde tu propia área nos privó de la tranquilidad necesaria para encarar con seguridad este partido. Pero no está todo perdido. Aprenderemos, gracias a este durísimo golpe (aunque no tan duro como el del año pasado) nos levantaremos y saldremos triunfadores. Demos aliento, no olvidemos que tenemos que acompañar hasta el final a nuestro equipo, en el momento en el que más nos necesita. Y ese momento es ahora, en estos últimos partidos en los que se decidirá, definitivamente, quién se lleva la gloria y quién la desgracia. No nos olvidemos que los que vienen detrás aprietan y el gol más importante que les podemos meter es el que viene de la grada. Sigamos así, no nos vengamos abajo, llenemos Balaídos y estoy más que seguro de que nuestro equipo se levantará.
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