Se veía venir. Han bastado una serie de malos resultados para
que Herrera lo vuelva a hacer. Al igual que la campaña pasada, el miedo al
fracaso empujó al técnico catalán a ser poco consecuente con su idea original,
aquella que había elevado al Celta a la zona noble de la clasificación. En
lugar de optar por lo lógico y lo esperado, prefirió la improvisación. Como en
la ida en el Mini Estadi, el trivote reapareció y el Celta se ofuscó. Con la
vuelta a la normalidad, el resultado sonrió.
Sorprendentemente,
los vigueses salieron de inicio con Bustos e Insa en el doble pivote, Álex López
como enganche y Bermejo arriba. En una primera mitad carente de ritmo, los
célticos eran incapaces de generar juego. Sin salida de balón y con el ferrolano
perdido entre piernas rivales, el Celta vivía de las individualidades de un
Orellana que definitivamente se ha echado el equipo a la espalda. Fruto de una
intensidad propia de un bolo veraniego, el filial azulgrana, sin hacer nada de
otro mundo, se puso por delante ante la pasividad de la zaga céltica. Murmullo
en Balaídos y amenaza de tormenta.
Pero en la segunda
mitad, al contrario que en el cielo vigués, el sol hizo acto de presencia. Herrera
recapacitó sentando a Insa y a un desgastado De Lucas para dar entrada a Toni y
Joan Tomás. Con todo en su sitio y una pizca de intensidad, el panorama cambió.
La remontada llegó con dos chispazos y el fútbol empezó a hacer acto de
presencia. Joan Tomás tomó el control y de sus botas salieron las mejores
acciones de un Celta desatado. Su clarividencia y visión de juego resultaron
decisivas para que los vigueses resolviesen en apenas media hora. Es evidente
que el catalán es toda una garantía saliendo desde el banquillo, pero quién
sabe el rendimiento que ofrecería si su entrenador decidiera darle la confianza
de jugar tres o cuatro partidos consecutivos como titular.
Las facilidades que
ofrecía un Barça B pésimo en defensa sirvieron para que Iago Aspas engordase el
marcador. Entre el de Moaña y el triángulo formado por Toni, Joan Tomás y
Orellana hicieron disfrutar a una afición que transformó los pitos de la
primera mitad en aplausos. El resultado, engañoso por la fragilidad de la
retaguardia culé, debe servir para coger confianza y disipar ciertos fantasmas.
Sin duda Herrera tiene que recapacitar. La inseguridad que transmite cierto
tipo de decisiones es algo que puede hacer mucho daño al Celta. Con lo poco que
queda, y vista la experiencia del curso pasado, no es momento de comenzar a dar
bandazos. No siempre va a aparecer Joan Tomás en el segundo tiempo para solucionar
el desaguisado inicial.
0 comments:
Publicar un comentario