Joan Tomás resuelve el desaguisado inicial


Foto: Xoán Carlos Gil

Se veía venir. Han bastado una serie de malos resultados para que Herrera lo vuelva a hacer. Al igual que la campaña pasada, el miedo al fracaso empujó al técnico catalán a ser poco consecuente con su idea original, aquella que había elevado al Celta a la zona noble de la clasificación. En lugar de optar por lo lógico y lo esperado, prefirió la improvisación. Como en la ida en el Mini Estadi, el trivote reapareció y el Celta se ofuscó. Con la vuelta a la normalidad, el resultado sonrió.
   
Sorprendentemente, los vigueses salieron de inicio con Bustos e Insa en el doble pivote, Álex López como enganche y Bermejo arriba. En una primera mitad carente de ritmo, los célticos eran incapaces de generar juego. Sin salida de balón y con el ferrolano perdido entre piernas rivales, el Celta vivía de las individualidades de un Orellana que definitivamente se ha echado el equipo a la espalda. Fruto de una intensidad propia de un bolo veraniego, el filial azulgrana, sin hacer nada de otro mundo, se puso por delante ante la pasividad de la zaga céltica. Murmullo en Balaídos y amenaza de tormenta.
   
Pero en la segunda mitad, al contrario que en el cielo vigués, el sol hizo acto de presencia. Herrera recapacitó sentando a Insa y a un desgastado De Lucas para dar entrada a Toni y Joan Tomás. Con todo en su sitio y una pizca de intensidad, el panorama cambió. La remontada llegó con dos chispazos y el fútbol empezó a hacer acto de presencia. Joan Tomás tomó el control y de sus botas salieron las mejores acciones de un Celta desatado. Su clarividencia y visión de juego resultaron decisivas para que los vigueses resolviesen en apenas media hora. Es evidente que el catalán es toda una garantía saliendo desde el banquillo, pero quién sabe el rendimiento que ofrecería si su entrenador decidiera darle la confianza de jugar tres o cuatro partidos consecutivos como titular.
   
Las facilidades que ofrecía un Barça B pésimo en defensa sirvieron para que Iago Aspas engordase el marcador. Entre el de Moaña y el triángulo formado por Toni, Joan Tomás y Orellana hicieron disfrutar a una afición que transformó los pitos de la primera mitad en aplausos. El resultado, engañoso por la fragilidad de la retaguardia culé, debe servir para coger confianza y disipar ciertos fantasmas. Sin duda Herrera tiene que recapacitar. La inseguridad que transmite cierto tipo de decisiones es algo que puede hacer mucho daño al Celta. Con lo poco que queda, y vista la experiencia del curso pasado, no es momento de comenzar a dar bandazos. No siempre va a aparecer Joan Tomás en el segundo tiempo para solucionar el desaguisado inicial.

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