La doble victoria celeste


Foto: Miguel Ángel Santos / Photogenic 
Mientras escribo esto, más de 1.500 celtistas regresan de Valladolid. El viaje es largo, pero a buen seguro que se llevará mejor gracias al milagro de Orellana y Joan Tomás en la recta final del partido. Ese milagro en forma de gol agónico que deja al Celta con una ventaja autoritaria sobre el Valladolid que es, ni más ni menos, uno de los grandes candidatos al ascenso allá por el mes de junio.

Pero al final, este mundo loco del fútbol mueve tantas emociones, tantas sensaciones, tantas cosas diversas que al final el resultado es lo de menos. Sí, ya lo sé, hay que ganar y todas esas cosas que se suele decir, que si la pelota no entra, que si el gol es la salsa del fútbol. Muy bien, lo acepto, tenemos que ganar, pero las victorias pueden ser muy diversas. Una victoria es desplazar a tanta gente a una ciudad que, aún siendo de las más cercanas en esta Liga Adelante, no deja de estar a más de cuatro horas de Vigo.

Una victoria es que los cánticos del equipo visitante sean preponderantes con respecto a los de la afición local. Un triunfo es ver una gran parte de la grada pucelana teñida de celeste, por aficionados verdaderos, por gente que sufre y siente al Celta como tú que lees esto, o yo que lo estoy escribiendo. Una victoria es estar viendo el partido por la televisión y poder tararear los mismos cánticos que tarareamos cada quince días en Balaídos. Que el sofá se parezca más que nunca a la butaca, que incluso puedas oler el verde del césped. Está ahí. Vale, es una pantalla, pero si oigo los cánticos de mi estadio, ¿Por qué no oler la hierba?.

Una victoria es sentir lo que pudieron sentir los valientes que fueron a Valladolid. La emoción del momento, la llegada al campo, la salida de un equipo que buscaba la victoria, el ansia de Aspas por recoger el balón y llevarlo al centro del campo después de haber conseguido un empate a domicilio, la fuerza de un equipo que no se rindió jamás, que en su peor momento supo sacar una contra y tener la tranquilidad suficiente para no estropearla, para esperar el momento, para templar, como lo hizo Orellana cuando supo poner el balón en el sitio correcto para que Joan Tomás ni se lo pensara. Eso es una victoria.

Dicen que todas las victorias valen lo mismo. No es cierto, la de hoy vale seis puntos, los tres que ganamos en el campo y los tres que logramos en la grada.

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