Foto: Miguel Álvarez |
Pero todo cambió hace unas semanas. La victoria frente al Elche en el Martínez Valero sacando casta (temas arbitrales aparte) y la oportunidad de abrir brecha frente a rivales directos hicieron que a la gente se les encendiese la bombilla y se dieran cuenta de que el equipo los necesitaba. El club, que con un gran gesto que deberían repetir hasta final de temporada, facilitó las cosas a los que les echaba para atrás ir al Municipal pagando tanto y abarató los precios con ofertas como las tres entradas por socio. Estos dos cambios hicieron que Balaídos se llenase y llevase en volandas al equipo a la victoria, tanto como contra el Almería como contra el Valladolid.
Para mi sorpresa e imagino que para la de muchos, frente al Numancia, que a priori no es un rival directo por los puestos de ascenso directo, el estadio se volvió a teñir de celeste, con casi 17.000 gargantas animando al Celta. Y lo más importante, volvió ella. La Rianxeira volvió a sonar en la grada, sinónimo de que las cosas van como la seda.
Desde Madrid lo veía con orgullo. Observaba como la gente se volcaba con pasión para animar a los jugadores y como un camarero alucinaba tanto con el resultado como con el público presente en Balaídos. Aquí ya se ve al Celta con pie y medio en la Liga BBVA, pero hay que andar con cautela. Queda mucho, pero estoy seguro que si la afición continúa así, el equipo irá lanzado hacia la máxima categoría. El objetivo ahora es no abandonar a los jugadores. Que aportando nuestro granito de arena podamos llevar en brazos al club a donde se merece. Debemos demostrar, tanto desde Vigo como desde otros lugares de la geografía, que el Celta no solo tiene un equipo de primera, sino también una afición de primera. Que esto siga así.
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