El tamaño no importa


Foto: Marta G. Brea
El universo ya no es aquel lugar que se regía por reglas precisas. La realidad no puede descomponerse en magnitudes mesuradas. La teoría de cuerdas se opone a la gravedad cuántica de bucles. Los científicos buscan el bosón de Higgs en el vacío. El tiempo abandona su paso líneal. El espacio se dobla como una hoja de papel. Lo grande se vuelve pequeño y al revés. Todo es relativo, también en Balaídos, que es el País de las Maravillas.

La carne se le duplica de repente a un estadio que no alcanza los 9.000 espectadores de entrada media. Colas de "Cuéntame" en los tornos, de cuando "Mostovoi, oi, oi". El entusiasmo determina el viaje al pasado. También el precio reducido de los boletos. El dinero manda incluso en el calendario. Es la auténtica máquina del tiempo: 16.111 aficionados en los tornos. Un número feo para la Lotería, o sea, de esos que al final tocan. Superada la barrera de los 15.000 y según promesa de la directiva, el club repetirá la promoción destinada a los abonados en el encuentro contra el Numancia.

Mientras la procesión celeste inunda las calles, Pino Zamorano contempla el campo como un dibujo de Escher, de efectos ópticos imposibles, caras superpuestas y escaleras sin fin. "A esta portería le sobran tres centímetros", descubre. Manda cavar para igualarla a la de enfrente. El Celta ha jugado supuestamente durante toda la temporada con los palos desigualados. "No estés con la regla más de lo que es natural", cantaba Javier Krahe. Pino ordena y la portería se achata como Alicia con el brebaje. Los jugadores impertinentes seguirán viéndola tan amplia como el arcoíris. Será donde se metan cinco de los siete goles del encuentro. El tamaño no importa, aunque Pino también quisiese acortar en 15 centímetros una de las áreas técnicas.

Lo sabe Oier, enano junto a esa torre humana que es Ulloa. Oier se agiganta y Ulloa empequeñece. El navarro marca el territorio. Garbancito pisa al gigante. Y Herrera, Blancanieves feliz, acaba multiplicando sus pequeñeces con Joan Tomás y Toni. El Almería de los colosos encaja dos goles a balón parado, supuesta carencia céltica. Por el mar andan las liebres.

Nada resulta más tramposo que la memoria. El recuerdo embellece o afea aquello que hemos vivido. El misterio del cerebro, que oculta en su laberinto igual la necesidad de Dios que los funcionamientos mecánicos. "Esteban es un borracho", le canta la grada al portero excéltico. El asturiano estuvo en los tiempos oscuros. Como todos entonces, cometió sus pecados. Era de lengua viperina. No se le conoció, en cambio, una especial querencia por la bebida. La memoria histórica de Fondo, que ahora es Fondo Lateral, convierte la borrachera en explicación absoluta de aquellos males.

El tanteador juega entre tanto con el cronómetro como si fuese un chicle. Los minutos galopan si el Celta está abajo y ralentizan su avance si remonta. La prolongación se antoja un siglo. La grada está en vilo y grita a coro: "Pita ya". Y es en lo único que Pino los contenta. Balaídos estalla. Corea: "Que sí, j..., que vamos a ascender". Alegría para disipar la negra sombra de siempre.


Armando Álvarez / Faro de Vigo 

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