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Foto: Ricardo Grobas |
Pero llegó Riazor.
Visitaba Aspas por primera vez el feudo del eterno rival, y lo hacía en su
mejor momento como futbolista. Consolidado por fin en la titularidad, con el 10
a la espalda, admirado por los suyos y respetado por los rivales, era la
referencia ofensiva de un Celta que caminaba a ritmo de vértigo hacia la cima
de la clasificación. Pero al igual que semanas atrás Aspas había mostrado su
mejor cara, los días previos al derbi redescubrieron el lado oscuro de un
genio. Superlativo con el balón en los pies, su carácter volvió a jugarle una
mala pasada. Para la historia de los Celta-Dépor quedarán ya las torpes
palabras del delantero, quien aseguró haberse alegrado y celebrado la patada
que Vagner propinó a Tristán en el enfrentamiento de 2002.
Como era de
esperar, estas declaraciones encendieron la mecha de un derbi que ya de por sí
iba a ser caliente. Aspas fue coronado como “enemigo público nº1” de la ciudad
de A Coruña y la afición deportivista centró en él todas sus iras. Si bien no
se arrugó, el de Moaña no fue el de otras ocasiones. Participó, se ofreció y
nunca se escondió, pero en el futuro se recordará más su posterior incidente
con Colotto que su actuación sobre el césped.
A partir de ese
día, Iago Aspas ha ido perdiendo protagonismo paulatinamente. Ante el Hércules,
el planteamiento ultradefensivo de los de Mandiá le restó opciones, aunque
dispuso en los primeros minutos de una ocasión muy clara que marraría ante
Falcón. En el Mini Estadi fue el gran sacrificado de una primera mitad
desastrosa de los de Herrera, en la que el filial azulgrana dominó a los
celestes a su antojo. Ante el Sabadell, el de Moaña recuperó parte de su
brillo, participando activamente en dos de los cuatro goles celestes, aunque
tampoco consiguió ver puerta. Y en Alcorcón, ni las características del rival
ni las del partido fueron acordes con su
estilo de juego. Después, días antes del partido frente al Guadalajara,
llegaría una lesión en el tobillo que lo apartaría del equipo hasta el
encuentro frente al Nástic, donde dispuso de algunos minutos aunque sin
realizar una actuación destacada. El pasado domingo en Córdoba, Herrera volvió
a apostar por David Rodríguez en la delantera, dejando en el banquillo a un
Aspas que ni siquiera dispondría de un solo minuto en la segunda mitad.
Probablemente no
tenga nada que ver, pero lo cierto es que desde el partido de Riazor la figura
de Iago Aspas se ha difuminado. Gran parte de culpa parece tenerla ese esguince
de tobillo del que todavía no está plenamente recuperado. No obstante, incluso
antes de la lesión, su rendimiento ya había bajado algunos enteros. Urge
recuperarlo, pues no hay futbolista como él en el plantel. Al margen de su
sobrada calidad, aporta un carácter descomunal al equipo, el cual se refleja en
su fútbol descarado y extrovertido. Hoy en día ya es un símbolo para el club y
un ídolo para la afición, la cual no deja de corearlo ni en un solo partido. Si
vuelve, que volverá, y se centra en el fútbol, que es donde realmente es un
crack, será sin duda el estilete del Celta en su asalto a la Primera División.
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