Un Herrera bipolar


Foto: Benito Ordoñez
El de Alcorcón fue un partido que empató Herrera: un partido que el catalán logró no perder, y un partido que no pudo o no quiso ganar. El mérito de este valioso punto, para lo bueno y para lo malo, se le debe conceder a él, ya que por sus decisiones estuvo marcado un choque con luces y sombras, con dos actos antagónicos y en el que el Celta enseñó dos versiones muy distintas fruto de la bipolaridad manifiesta de su entrenador.
   
La primera parte fue para quitarse el sombrero. Herrera sorprendió a propios y extraños con un planteamiento acertadísimo, principalmente en lo defensivo, pues adelantó sobremanera la línea de presión celeste, dificultando y mucho el juego del adversario. La inclusión de Bellvís en el once dotó a los visitantes de una mayor intensidad en la destrucción del juego rival, quien junto con Oubiña, Insa y Bermejo abortaron cualquier ofensiva local. El Alcorcón vivía lejos del área de Yoel y no era capaz de hacerse con la posesión. El Celta combinaba arriba y cuando perdía recuperaba rápidamente la pelota. Un dominio que ni Iago Aspas, después de un fantástico cabezazo, ni Mario Bermejo, quien envió un disparo a la madera, consiguieron transformar en goles.
   
Aunque sin reflejar su superioridad en el marcador, el Celta había conseguido lo más difícil: hurtarle el esférico a los de Anquela y mostrar una sobriedad desconocida atrás gracias a la incesante presión en mediocampo rival y a la buena actuación de Oier y Túñez.
   
Pero en la segunda mitad todo cambió. La línea defensiva retrocedió unos metros, permitiendo al Alcorcón aproximarse con asiduidad al área rival. El balón abandonó los dominios de un Celta que ya no salía vencedor de las pelotas divididas y que no era capaz de salir jugando desde zona defensiva. El partido comenzó a jugarse cada vez más en el mediocampo celeste y, aunque la retaguardia continuó infranqueable, en el aire se mascaba un gol de los amarillos.
   
Entonces Herrera decidió que era hora de guardar la ropa. Cuando todo el mundo pedía a Orellana o Joan Tomás para intentar desequilibrar la zaga de los de Anquela, Herrera apostó por David y por Toni, este último cuando quedaban menos de diez minutos de partido. Los cambios pueden parecer ofensivos, pero no lo son. Sustituir a Aspas por David es una clara apuesta por el contraataque, mientras que introducir a Toni a escasos cinco minutos de que finalice el choque parece más una pérdida de tiempo que otra cosa.

Finalmente, un valioso punto voló hacia Vigo, pero con él también el mal sabor de boca que supuso la valentía de Herrera en la primera parte y su conservadurismo en la segunda. Y es que quizás con Orellana o Joan Tomás en el campo, los vigueses podrían haber tenido alguna que otra acción para abrir la lata. No obstante, quedándonos con lo positivo, el Celta ha salido muy vivo de un campo complicadísimo y mostrando una seguridad en defensa desconocida hasta ahora. Una victoria ante el Guadalajara convertiría en oro esta igualada.

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