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Foto: Marta G. Brea |
Contento, alegre, feliz, radiante. Así salí de Balaídos
después de una victoria del Celta que quizás no fue la más brillante de la
temporada, pero que sirve para confirmar que este equipo, de seguir así, es un
serio candidato al ascenso de categoría.
Y es que hasta
ahora no me lo terminaba de creer. Evidente era que contamos con un buen
plantel. Ni que decir tiene que no debemos temer a ningún rival. No había dudas
tampoco de que, ofensivamente, somos de lo mejor de la competición. Pero entre
todos estos aspectos positivos, los errores defensivos y la falta de oficio nos
obligaban a rebajar el listón, a disminuir el nivel de nuestras expectativas.
Ahora ya no hay
motivos para pensar así. La entrada de Oier y Túñez en el eje de la zaga,
acompañada de la recuperación de Hugo Mallo y la mejoría de Yoel, le han dado
al equipo ese plus necesario en defensa. Ya no es poco menos que una utopía el
mantener la puerta a cero, algo que los celestes han logrado en los últimos
tres partidos. Precisamente los dos centrales fueron, una vez más, de los más
destacados del conjunto: contundentes, sobrios, veloces, insuperables por alto y
correctos en la salida de balón, firmaron un auténtico partidazo.
Algo parecido se
puede decir de la pareja de mediocentros, absolutamente pletórica en la tarde
de ayer. Tanto Álex López como Borja Oubiña demostraron que son el mejor doble
pivote de la categoría. Perfectos en labores de contención, especialmente el
vigués, y soberbios en la creación, sobre todo el ferrolano, fueron pulmón y
motor de un Celta que se movió al ritmo que marcaban sus botas.
En la parte de
arriba, no fue el mejor día de Bermejo ni de De Lucas. Sí anduvo fino Orellana,
pese a los silbidos, siendo un auténtico quebradero de cabeza para la zaga
alcarreña por su movilidad y calidad. Por otra parte, sin hacer un partido
brillante, David Rodríguez volvió a reencontrarse con el gol, lo que le vale
para colocarse como Pichichi del equipo junto al ausente Iago Aspas.
Hay razones para la
felicidad. El Celta va a acabar el año en puestos de play-off y a escasos tres
puntos del ascenso directo. Pero lo mejor de todo es que, por fin, este equipo
cada vez se parece más al típico conjunto que suele acabar en Primera a final
de temporada. Más fuerte en casa que fuera, gana los partidos casi sin
despeinarse, resolviendo en la primera mitad y demostrando calidad en ataque y
seguridad en defensa. Sin duda, esta es la línea a seguir. Así, hay motivos de
sobra para creer.
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