El Celta volvió ayer a la senda de las victorias contra el Numancia gracias, en parte, a un error infantil de Sunny, mediocampista del conjunto soriano. A pesar de los tres puntos, que al fin y al cabo es lo más importante y más aún en el estado de necesidad en el que nos encontrábamos, el partido deja numerosas lecturas y no disipa, ni mucho menos, las dudas alrededor del conjunto dirigido por Paco Herrera. La primera parte, hasta la locura de Sunny, fue un despropósito de ambos equipos que apuntaba directamente al cerocerismo más rancio de la Segunda División española. Ni existía claridad de ideas con el balón ni movimientos sin él de ningún tipo. Tan sólo Álex López parecía encarar el encuentro de una forma distinta a la del resto de sus compañeros, bajando a recibir y moviéndose por todo el campo en busca del balón.
Mientras veía el encuentro no podía parar de preguntarme si éste va a ser el tipo de juego que Herrera quiere desentrañar con regularidad para conseguir el ansiado ascenso. Me preguntaba si el doble pivote, combinando a dos hombres de tanto despliegue y tan poca salida de balón como Natxo Insa y Cristian Bustos, es la solución a los problemas del Celta. Lo dudo. Y fue entonces cuando me acordé de Borja Oubiña, como supongo que muchos celtistas que veían el aburrido partido hicieron nada más conocerse las alineaciones. Tras haber hecho un partido más que correcto frente al Valladolid, sorprendió ver al canterazo de nuevo en el banquillo. Más aún lo hizo observar cómo a pesar de las carencias en la distribución del juego, Herrera no le daba minutos al bueno de Borja.
La no incursión de Oubiña en el once provoca una preocupante inoperancia en la salida del balón. Es una realidad. Álex López, en la posición en la que se desenvuelve actualmente, necesita estar más liberado de la preocupación constructora y pide a gritos moverse entre líneas arrancando en los últimos tres cuartos de campo con la llegada que le caracteriza. Esto no ocurre por una razón muy sencilla: ni Bustos ni Insa son capaces de mover al equipo con soltura, por lo que Álex retrasa su posición y crea un espacio enorme entre el medio del campo y la delantera. Un espacio insalvable y que atasca al equipo irremediablemente, haciendo las jugadas ofensivas muy previsibles y fáciles de defender por el contrario situando tan sólo a un par de hombres entre Álex y los delanteros.
Con Borja Oubiña, como quedó patente ante el Valladolid la pasada semana, esto no ocurre. Álex no necesita bajar a recibir gracias a la aseada salida de balón de Borja y Bustos/Insa se preocupan de lo que mejor saben hacer: cortar. Esto es aplicable también cuando Herrera cambia el esquema introduciendo a un media punta con libertad de movimientos y retrasando a Álex, que es un auténtico todoterreno y va sobrado tanto en posiciones más defensivas como más ofensivas. La prueba son los últimos veinte minutos ante el Valladolid con Joan Tomás completamente libre y los últimos quince de ayer, entorpecidos quizá por una falta de ambición que daría para hablar en otro post.
Con todo esto vengo a decir que sobra un medio centro de destrucción. Ni quiero hacer una defensa a ultranza de Borja Oubiña ni defenestrar a Bustos o a Insa. Ni mucho menos. Es una cuestión de esquema. El Celta necesita a un medio centro creador y a un hombre más liberado de movimientos por delante del doble pivote. Ni De Lucas ni Orellana son Trashorras, por lo que el invento de situar a cualquiera de los dos como “creador” provoca un fracaso constante. Herrera debería ser más flexible con su sistema, adaptarlo a la realidad imperante del fútbol actual: hay que tocar y moverse. Si no, estás muerto. Y ayer la casualidad quiso que el partido se nos pusiera de cara. Otros días no será tan fácil.
0 comments:
Publicar un comentario