No todos los días va a salir el sol



Pese a la alegría que produce la victoria tras tres jornadas consecutivas sin encontrarla, no se debe caer en la euforia. Básicamente porque no todos los días va a salir el sol para el Celta, no todos los días va a aparecer Sunny para iluminar el oscuro fútbol celeste. Al margen del chiste malo, creo que el juego de palabras viene a ejemplificar muy bien en lo que se ha convertido este Celta. Incapaz de crear fútbol, vive de errores del rival y de evitar los suyos propios. En general, y por la calidad que tiene arriba, suele aprovechar los despistes del enemigo, que se convierten o no en inútiles dependiendo del nivel defensivo que muestre el conjunto. Si como ayer, el equipo se muestra sobrio defensivamente, las opciones de victoria se incrementan notablemente, pues va a ser difícil que los tres de arriba no consigan armar el taco en algún fallo del oponente. Si no, toca apelar a la fortuna, a que los atacantes tengan el día y se hinchen a meter goles y a que el adversario se encuentre negado de cara a puerta.

La prueba de ello la encontramos en este inicio de temporada. A excepción del día del Valladolid, en lo que, a mi juicio, fueron los mejores minutos de un Celta capaz de dominar al rival y que, obviando la genialidad de Javi Guerra, no pasó apuros en defensa, el resto de encuentros muestran características muy similares. Las tres victorias celestes tienen un denominador común: el triunfo se sustentó más en acciones puntuales, principalmente de demérito del rival, que en el dominio y mejor juego de los de Paco Herrera. En Murcia, el penalti al borde del descanso que transformó De Lucas empujó a un Celta con dificultades hacia el triunfo; en Huelva, dos errores defensivos locales propiciaron los dos tantos celestes, al tiempo que Juan Villar evitó el empate marrando una pena máxima en los minutos finales; y ayer, en Soria, la infantil aunque justa expulsión de Sunny facilitó el encuentro a un Celta que, hasta ese momento, no había hecho mérito alguno para mandar en el electrónico. Han bastado dos equipos bien ordenaditos, o que simplemente han fallado menos que el Celta, para que los vigueses no logren sumar. Primero el Elche, que se aprovechó de dos errores celestes en el mal endémico de este equipo: el juego aéreo. Y después el Almería que, en un partido horroroso por parte de las dos escuadras, tuvo la fortuna de cazar un disparo lejano que se coló por la escuadra de Sergio para anotar el gol de la victoria.

El duelo de este fin de semana en Los Pajaritos tuvo claramente dos caras, separadas por la expulsión del rojillo Sunny. El primer tramo del choque fue, en mi opinión, una réplica del partido de Almería. Partido soso, aburrido y sin ocasiones entre dos equipos que se sienten incómodos con el peso del partido en sus manos. El Numancia apenas inquietó la meta de Yoel, mientras que el primer tiro a puerta del equipo vigués llegó en el minuto 35 por mediación de Orellana. También es cierto que poco antes de la expulsión, el Celta comenzaba a encontrarse más cómodo, con más posesión de balón y pasando a llevar la iniciativa del partido. Pero apareció Sunny y todo pareció aclararse. Con ventaja en el marcador y un hombre más, los vigueses se encontraron en su salsa, con más espacios y, tras el gol de David, se limitaron a dejar pasar los minutos, a la espera de poder seguir ampliando el electrónico en cualquier acción. A medio gas, los de Paco Herrera llegaron al final del choque sin sufrir lo más mínimo y logrando, por primera vez esta campaña, dejar la portería a cero.

Esa fue para mí, sin duda, la mejor noticia del choque al margen de los tres puntos. Aunque bien es cierto que el Numancia no exigió demasiado, parece que la línea defensiva comienza a asentarse y a parecerse más a la del comienzo de la temporada pasada. Muy buen partido de Roberto Lago, que además se incorporó asiduamente al ataque por su carril, y aceptable encuentro de sus otros tres compañeros en línea defensiva. Aunque sigue habiendo problemas en las jugadas a balón parado, donde el rival lo remata prácticamente todo, también es cierto que sólo Del Pino, tras el único error de Yoel en todo el partido, tuvo la única ocasión clara del Numancia en todo el choque. Bustos estuvo bien en su regreso al once e Insa, quizás limitado por esa amenaza de suspensión que le provoca tener cuatro amarillas, no cuajó su mejor partido, aunque estuvo correcto.

Para mí el problema viene en la parcela ofensiva. Aunque al arsenal celeste sigue demostrando que cuenta con mucha pólvora, al Celta le continúa faltando capacidad para crear juego. Ayer, durante la primera parte, los de Paco Herrera casi ni se aproximaron al arco defendido por Eduardo Navarro, incapaces de superar la dos ordenadas líneas de cuatro que Machín dispuso sobre el tapete de Los Pajaritos. Sigo insistiendo, y me parece que cada vez es más evidente, que este equipo cuenta con abundancia de finalizadores, de jugadores de uno contra uno, de futbolistas veloces y desequilibrantes, pero que le falta un canalizador, un hombre capaz de dirigir las transiciones defensa-ataque, de organizar y diseñar las acciones ofensivas celestes. Álex López, por el momento, no está cumpliendo con esa función. Ha evolucionado respecto al año pasado y, a mi juicio, sigue siendo de lo mejorcito de este Celta, pero todavía le falta para ser el director de orquesta celeste.

Pienso que el Celta puede ofrecer bastante más que lo que hemos visto hasta ahora. El día del Valladolid ya aventuró, en pinceladas, que es capaz de ir a por el partido y de dominar al oponente, encerrándolo en su propio campo. Partidos como el de Soria no siempre van a salir bien, pues no todos los equipos cometerán el error de Sunny en la tarde-noche del domingo. El Celta debe entender que, para ascender, tiene que aportar algo más, de su cosecha propia, y no aguardar a que los rivales cometan el error porque, como demostraron Elche y Almería, a veces el oponente no se equivoca por sí sólo. La experiencia demuestra que los grandes equipos de la categoría, aquellos que en junio celebran el ascenso en sus respectivas ciudades, son conjuntos que, generalmente, toman el peso del partido y buscan desarbolar al rival a través de sus propias virtudes, y no por medio de los defectos del adversario. Y, en mi opinión, los de Herrera tienen muchas virtudes como para basar su juego en los fallos del contrario.

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