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Colisionan Academia Octavio y Obearagón Huesca, extrañamente ligados desde la pasada campaña. La Honor Plata los convirtió en enemigos íntimos. Sus duelos tuvieron pasión y tensión. Ambos, al final, han compartido el premio del ascenso, transformado en el reto de la permanencia. El encuentro de esta noche en el Central figura como crucial en el itinerario diseñado por los dos técnicos.
El club vigués, camino del medio siglo de existencia, es un clásico de la Asobal; el aragonés, fundado en 1995, se interna en un territorio que le resulta desconocido. Vidas disímiles, que la competición conduce hacia su intersección. Las dos escuadras alcanzan la quinta jornada con dos victorias y dos derrotas, balance excelente forjado en casa. El Octavio debe guarecerse en el factor ambiental, que está pesando como nunca. La máxima categoría se ha partido en dos, sin apenas clase media. La pobreza equilibra las fuerzas. Los amenazados por el descenso se multiplican. Resultados etiquetados como sorpresa abundan. Ya resulta más difícil determinar qué jornadas serán claves, aunque el duelo entre dos recién ascendidos mantiene su importancia.
Existen, además, cuentas pendientes, aunque el éxito mutuo atenúe los rencores. El Octavio, al menos a su juicio, padeció un arbitraje tendencioso en Huesca; el Obearagón entendió como treta que en Navia, con la primera plaza en juego, el electrónico se estropease y los minutos se cantasen a viva voz. Un triunfo para cada uno. Las maniobras del verano no debieran haber modificado esa igualdad. El club académico fichó a Vico, Dasilva o Vargas; el Obearagón, a Pesic, Saubich o Voncina. Refuerzos experimentados.
El entrenador del Octavio, Quique Domínguez, concreta: "El Huesca mantiene la misma filosofía de juego. Intenta imprimir un ritmo alto y realiza una defensa muy abierta que te obliga a ser muy preciso. Si caes en su tela de araña, te machaca al contraataque". Domínguez, como es habitual, oculta sus debilidades. Cerillo y Moledo causan baja. Se espera a Frade. Si existen otras dolencias, se disimulan con una sonrisa.
Faro de Vigo
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