Ha vuelto a romper el juguete


Durante los primeros años de Carlos Mouriño al frente del Celta defendí su gestión. La defendí porque entendía que había recibido una herencia delicada, una manzana podrida como el propio Mouriño llegó a decir. Los años de gloria con Horacio dejaron paso a unas deudas dificilmente asumibles en un club con el Celta, lo que provocó una caída del Celta en cuanto a sus expectativas deportivas. Lo primero era arreglar el desaguisado económico que había dejado la anterior directiva. El descenso a Segunda División, con una plantilla muy parecida a la del año anterior, fue resultado de la mala fortuna, igual que la clasificación para la UEFA del año anterior pudo deberse a cierta dosis de suerte. Luego, en Segunda, tocaba apretarse los machos.

Mouriño falló deportivamente en su primer año en la categoría de plata y ciertos fichajes fallidos, con Rubén González a la cabeza, no hicieron sino incrementar el agujero económico de un Celta que pagaba a sus jugadores sueldos de Primera División a cambio de un rendimiento más cercano a la Segunda B que a otra cosa. Ahí fue cuando entró el miedo en Casa Celta y se optó por acogerse a un proceso concursal que debía conducir al Celta a un futuro mejor. Dicho proceso fue ejemplar. El Celta logró una quita del 85%, y la deuda quedó sensiblemente reducida. La operación acordeón de Mouriño también fue aplaudida en su momento, en un inteligente movimiento del jerarca celeste.

A partir de ese momento, en el verano de 2009, Mouriño habló de tres años duros, en los que habría que apretarse mucho el cinturón. En el primero de ellos se fichó a Ortega, Bustos, López Garai, Catalá y compañía, durante el verano. A día de hoy, el Celta intenta librarse del sueldo de dos de ellos, y durante el invierno se trajo a Papadopoulos, cuyo contrato finalizaba en verano, pero había la opción de renovar por tres años más, so pena de una penalización si alguna de las partes se negaba. No fue así, y el griego, que no había marcado ni un solo gol en la anterior temporada, renovaba por tres años con un sueldo prohibitivo del que ahora se quiere librar el Celta.

Mientras tanto se habían producido las primeras ventas; Ghilas se fue al Hull City por una cantidad superior a los 2 millones de euros, Jordi Figueras, al Rubin Kazan por un importe ligeramente inferior al millón de euros, y Joselu al Madrid por un millón y medio, sin olvidarnos de los 300.000 euros que recibió el Celta por Rodrigo Machado, ahora triunfante con la selección Sub-20 en el Mundial de Colombia, y traspasado un año después del Madrid al Benfica por 6 millones de euros.

Aunque tocaba apretarse el cinturón, Mouriño arriesgó y se gastó 400.000 euros en David para dotar al equipo de un goleador que no había tenido el año anterior. Se contrató a De Lucas y a Joan Tomás, y se acertó con la contratación de Paco Herrera, si entendemos como acierto fichar a la tercera opción, luego de que Mendilíbar y Oltra renunciasen al Celta por no confiar en el proyecto que le ofrecían. Los resultados llegaron, y parecía que, por fin, las cosas se hacían bien en casa Celta. El equipo marchaba en cabeza, y con muchas opciones de regresar a Primera. No se logró, pero al menos no se fracasó, como había sucedido los cuatro años anteriores.

Este verano, Mouriño ha vuelto a romper el juguete. La situación económica es peor de lo que pensábamos, y aunque siempre pensaremos que el responsable sea Horacio Gómez, pasen los años que pasen, el actual Consejo de Administración tiene gran parte de culpa. Los sueldos que ahora son prohibitivos, los firmó el actual Consejo. Ellos fueron los que le ofrecieron a Trashorras un sueldo de medio millón de euros, o los que firmaron tres años con Papadopoulos.

Se suele decir que este Presidente ha tenido una buena gestión económica, pero en realidad esto no es cierto. Cualquier presidente de una sociedad anónima sería criticado si su empresa reduce el presupuesto, por tanto los ingresos, en un 700% en apenas cinco años. Y lo peor, es que ese presupuesto, no se cubrirá. La gestión económica ha sido pésima, porque en un club de fútbol, siempre decide el balón. Y el balón no ha querido entrar, pero tampoco le hemos ayudado a hacerlo.

El Consejo de administración no ha arriesgado nunca, y pretende afrontar la temporada con graves carencias en la zona defensiva. Además, está presionando a varios jugadores para que abandonen el equipo sin recibir nada más a cambio que la condonación de la deuda, es decir, el dinero que estos cobrarían por los años de contrato firmados. Es la triste realidad de un Mouriño que no ha sabido llevar la nave celeste a buen puerto. En realidad, ni tan siquiera a tierra.

Año tras año, el equipo reduce sus expectativas porque no tiene capacidad de generar ingresos. Hay una gravísima ruptura social patente en Balaídos cada quince días. El cemento ha ganado terreno a las personas, y al club, lejos de soluciones imaginativas, solo se le ocurre cubrir la vergüenza con lonas publicitarias. Se desperdició la oportunidad de enganchar a una afición entusiasmada e ilusionada tras la promoción de ascenso esperando más de un mes para iniciar la campaña de abonados. De dicha campaña, mejor no hablamos. A día de hoy, hay muchas posibilidades de que este año se peguen un buen batacazo habida cuenta de la subida de precios en determinadas categorías y edades.

La gestión del grupo humano que es la plantilla está siendo lamentable, con jugadores apartados, presionados y hasta extorsionados para que acepten ofertas que no desean. Las formas, lamentables. Ellos, los que ahora les obligan a irse del club, fueron los mismos que le firmaron ese contrato. Por muy costoso que sea, el error no fue del futbolista. Lo grave es que dentro de dos años muy posiblemente se esté forzando a Natxo Insa para que abandone el club porque no nos podemos permitir pagarle su sueldo. Cada año, menos. 

No quiero un Presidente como el del norte, no quiero uno como Horacio. Simplemente quiero uno que sepa llevar un club, que tenga experiencia, que sea ganador. Hay muchos equipos con menos recursos económicos que el Celta y mejor gestionados. Los resultados están ahí. Es evidente que no pido la dimisión de Mouriño porque sería absurdo. El Celta es suyo y no hay nada que podamos hacer. Es lo terrible de las sociedades anónimas. No le pido eso, solo le pido que, si quiere al Celta, busque a alguien que sepa llevar un club, que sepa hacer las cosas. Alguien que aporte frescura al equipo. Simplemente que sea honesto con el celtismo y con él mismo. Sus defensores piden paciencia: "Hay que esperar a que se cierre el mercado para ver que equipo tenemos", y cuando se cierra, vuelven a pedir paciencia: "Hay que esperar a ver lo que hace el equipo antes de criticar", y cuando acaba la temporada, vuelven a pedir paciencia: "Hay que ver lo que hace el Celta este verano, como se refuerza, y luego criticar". Y el ciclo vuelve a comenzar. La mía ya se ha acabado. Ha vuelto a romper el juguete. 

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