Ya lo decía Heráclito, la vida es una lucha de contrarios, un combate de fuerzas opuestas que tratan de prevalecer sobre su rival antagónico; una no puede vivir sin la otra y la otra no puede vivir sin la una, ambas necesitar existir al mismo tiempo que su contraria con la que establecen una conexión bipolar. El fútbol no escapa a esta afirmación: es victoria o derrota, es éxito o fracaso, es blanco o es negro, es amor o es odio. Sólo es necesaria una milésima de segundo para transformar un sentimiento en su antónimo. A veces merecidamente, otras fruto de la injusticia, lo cierto es que muchos jugadores, a lo largo de la historia, han experimentado esa sensación, tanto para bien como para mal: han pasado de vivir en el anonimato a convertirse en la estrella más brillante, o de ser el más aclamado de los héroes para transformarse en el más maligno de los villanos.
De ello puede dar fe Luis Eduardo Schmidt, más conocido como “Edú”. El futbolista brasileño arribó en Vigo en el año 2000 de la mano de Félix Carnero. El ojo infalible del, por aquel entonces, director deportivo del Celta trajo a Balaídos a una joven promesa que ya despuntaba en el Sao Paolo. Tras una aceptable primera temporada, donde su protagonismo fue más bien escaso, comenzó a crecer dentro del equipo en su segunda campaña, para destacar definitivamente en el curso 2002/2003. Muchos hablan de los Mostovoi, Mido, Luccin o Cavallero como los hombres que llevaron al club vigués a cumplir el sueño de la Champions; pero lo cierto es que si el Celta disputó la máxima competición continental fue, en gran parte, gracias a Edú. Su fútbol veloz y vertical, su desborde, su generosidad en defensa y, sobre todo, su gol, hicieron de él la gran estrella celeste aquel año. Fue el futbolista que sostuvo a aquel equipo que, al final, conseguiría el objetivo de escuchar la “musiquilla” de la Liga de Campeones.
Pero su futuro en el Celta comenzó a torcerse al mismo tiempo que el del club. El año del descenso lo vivió, prácticamente en su totalidad, lesionado. Tras cuatro meses en el dique seco llegó para disputar la segunda mitad de la temporada; tiempo suficiente para anotar un gol al Arsenal en la eliminatoria de octavos de final de la Copa de Europa, pero escaso para salvar al equipo del pozo. Con su penalti enviado al limbo en la última jornada frente al Mallorca se escaparon las últimas esperanzas de salvar la categoría. El equipo descendió y Edú hizo lo que muchos otros, huir. Balaídos le perdonó la pena máxima errada, pero no el haber dejado al equipo tirado en su peor momento.
Y encima se fue para recalar en el Betis, un conjunto poco querido por el Val do Fragoso. Allí volvió a ser decisivo y regresó a la Champions. Pero como si de un deja vù se tratase, tuvo que volver a pelear por la permanencia.
Corría la temporada 2006/2007, y Betis, Atlhetic, Celta y Real Sociedad se jugaban el descenso. En Bilbao, supuestamente a través de artimañas económicas, el equipo local saldó la difícil papeleta; mientras la Real se hundía en Valencia, Betis y Celta dirimían la última plaza vacante. Dicha plaza cogió color verdiblanco tras el gol de Lequi en Balaídos que suponía el 2-1 ante el Getafe a 15 minutos del final. Pero, de repente, surgió Edú, haciendo lo que tres años atrás no había logrado: salvar a su equipo del descenso. Los dos goles del brasileño fueron un jarro de agua gélida para una afición celeste que tendría que regresar a Segunda. De todos los partidos que he vivido en Balaídos, jamás recuerdo un silencio tan repentino, triste y desolador.
Edú repitió la jugada que realizó en Vigo. Tras bajar el conjunto sevillano, se marchó a jugar a Brasil, donde transita en equipos de medio pelo. Fue un jugador extraordinario, de gran calidad y vital para el Celta durante varios años; pero el recuerdo que permanece hoy en día de él, para unos justo y para otros injusto, es el de un futbolista que sólo miró por sus propios intereses, destacando en los momentos buenos y escapando en época de “vacas flacas”. Fue el hombre que, indirectamente, descendió dos veces al Celta. Cosas que tiene el fútbol.

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