Desde la eliminatoria contra el Granada hay una frase que ha vuelto al imaginario celeste: economía de guerra. Parecía que desde la salida del club de la Ley Concursal se habían olvidado las estreches. Todos sabemos que no hay dinero para fichar y no se pueden permitir lujos. Pero una gestión inteligente de las fichas de los jugadores, de los gastos diarios y una potenciación de los acuerdos publicitarios permitían cierta tranquilidad.
Sin embargo, algo ha ocurrido que nos encontramos con noticias, cuando menos, inquietantes. El presidente acusó la falta de la venta de algún jugador de la primera plantilla en la temporada pasada como el detonante, aunque ciertos ingresos como la venta de Denis Suarez al Manchester City o contratos publicitarios mejorados (publicidad de una marca cervecera o de la ciudad viguesa) podrían cubrir ese agujero de las cuentas.
Pero no es así. Vemos como no se renueva el delegado para ahorrarse su sueldo y se cubre su posición con el relaciones públicas del club, Vlado Gudelj, y el delegado del Juvenil, Delfín Alonso, sin que dejen de hacer su ocupación anterior. En las entrevistas al entrenador, Paco Herrera, se quejaba de la marcha de un fisioterapeuta y que tampoco se cubría su ausencia. En el filial el entrenador, Fonsi Valverde, realizará también las labores de preparador físico. Ambas plantillas, primer y segundo equipo, entrenaran a la vez para reducir gastos y compartir personal.
Todos hablan de lo mismo: “Vamos a tener que multiplicarnos un poquito más por la reducción de personal” dijo Herrera en una entrevista, algo en lo que incidió también Valverde. Podríamos poner más ejemplos, como la salida de la directora de la Fundación, pero iríamos al mismo problema. El club no cubre con solvencia el plan de viabilidad y hay que apretarse más el cinturón. Y aun así subimos el objetivo del equipo. Contradictorio.

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