Ascenso y Erasmus


Han pasado 466 años desde que la Iglesia Católica Romana llevara a cabo su popular Concilio de Trento. Cinco siglos después pocos eran capaces de presagiar que la cita iba a reeditarse en la misma ciudad italiana, Trento, aunque con otros fines mucho menos complejos que los de entonces: Celta de Vigo y Granada también tuvieron su concilio particular.

Metáforas aparte, el destino ha querido que gallegos y andaluces se crucen no solo en las eliminatorias por el ascenso a Primera División, también se han encontrado un poquito más lejos que de sus respectivas tierras de origen. Les hablamos de Andrea y Rafa, dos jóvenes estudiantes españoles que vivieron juntos, pero no revueltos, el primer asalto en busca del ansiado retorno a Primera División.

Ella, natural de Moaña, un municipio ubicado en Pontevedra, se marchó para seguir en el extranjero sus estudios de filología hipánica en Santiago. Él, natural de Granada, emigró a finales de septiembre con la intención de completar su formación en Sociología. Y con este panorama, el destino quiso que se conociera y tuvieran que compartir fatigas de equipos en la Segunda División, hasta que el pasado domingo los cruces determinaron que Celta y Granada se iban a ver las caras.

¿Una prueba de fuego, quizás? Lejos de poner en peligro su amistad, el encuentro ha sido tomado por ambos como un punto de partida para determinar que, pase lo que pase el sábado, el perdedor apoyará al ganador en el siguiente partido. Otra cosa será lo que suceda tras el sábado en Los Cármenes.

Pero sus destinos se unieron mucho antes de que ellos lo imaginaran. Mucho antes incluso de que se inventara esto del Erasmus. Pues los protagonistas de nuestra historia son futboleros de pro. De los que sienten los colores, por encima de todo. Así, Andrea, aficionada al Celta de Vigo como toda buena viguesa, guarda una buena relación con los Aspas, uno de los cuales casi deja sin ojo al bueno de Roberto. Esta jugada trajo sus más y sus menos durante la visualización del partido, pero todo quedó en una anécdota. Que si eso es roja, decía uno; que no es ni amarilla, respondía la otra.

Por otra parte, Rafa fue el benjamín más afortunados de cuantos pudieran estar federados en Granada en la campaña 1994-95. ¿Por qué? Él fue el encargado de hacer el saque de honor, el primero oficial, en el partido inaugural del Estadio de Los Cármenes de Granada, junto a Antonio Álvarez. Y con esas, su afición al balompié no es casual. Tanto es así que ya piensa en cómo desplazarse desde Trento para vivir el que, ojalá, sea el tercer ascenso del Granada CF en este siglo XXI dentro de una semana.

Por lo demás y respecto a las vivencias durante el choque, ella fue muy recatada con el único gol del partido; todo lo contrario que él, un hervidero de nervios ante el desastre que se avecinaba en Balaídos. Aún queda una nueva batalla en Los Cármenes, y otra en Trento, donde ambos volverán a vérselas para la sentencia definitiva a esta primera eliminatoria. Sea como fuere, como buen concilio, lo que Trento ha unido amistosamente no lo separará una pelota de fútbol.

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