Lo normal no debería ser extraordinario


Foto: RC Celta

El Celta abrió ayer el entrenamiento del primer equipo para sus aficionados, lo que permitió que 3.000 personas, muchos de ellos niños y  niñas, pudieran ver de cerca a sus ídolos. Es la segunda vez en lo que llevamos de temporada que tendrán la oportunidad de verlos, así que es bueno que lo aprovechen, porque hasta el próximo curso no dispondrán de otra ocasión similar. 

La medida tomada por el club ha sido aplaudida por el celtismo, como una prueba más de cómo han conseguido cambiar nuestra mentalidad y hacernos creer que lo que debería ser normal es extraordinario. No hace muchos años, la mayoría de entrenamientos eran a puerta abierta y los jugadores del Celta totalmente accesibles para cualquiera. 

Desde hace unos años la propiedad siempre presume de haber modernizado el club. Lo cual aparte de no ser del todo cierto, sino fruto de los cambios normales que afectan a todos los clubes y que siempre lo han hecho, encierra una triste realidad: En gran medida se ha modernizado para lo peor, y apartar a los jugadores de la afición es una de las peores cosas que puede hacer un club de fútbol, aunque a corto plazo no lo parezca. 

Cuando el club decidió construir la Ciudad Deportiva no previó en ningún momento que los aficionados pudieran acceder a ver los entrenamientos. Los terrenos están cerrados a cal y canto y se han convertido en moneda de cambio para premiar a las peñas afines o a los políticos de turno, generalmente del mismo partido. Poder acceder a la misma es un privilegio que ellos controlan, convirtiéndolo en favores que serán agradecidos. 

Ahora que van a ampliar la ciudad deportiva estaría bien que tuviesen en cuenta que los niños deberían estar cerca de sus ídolos más de dos veces al año, especialmente para que ser del Celta sea distinto a ser del Real Madrid o del Barcelona. 

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