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Foto: Octavio Passos / Getty Images |
El 6 de junio de 2009 es un día marcado a fuego en la memoria colectiva del celtismo. Aquel día un joven Iago Aspas salvó al Celta del descenso a Segunda B en su debut en la máxima categoría, y comenzó una historia que le ha convertido probablemente en el mejor jugador en la centenaria historia del club celeste, que sin aquella victoria ante el Alavés podría haber descendido a la categoría de bronce y, quién sabe, poner fin a su existencia debido a las deudas que asfixiaban a la entidad celeste.
Lo que vino a continuación ya lo conocemos. El Celta ascendería tres años después a Primera, con Aspas como gran estrella, y lograría una salvación agónica en la siguiente temporada, también con el de Moaña como gran líder. El actual capitán se iría al Liverpool, y posteriormente al Sevilla, regresando a Vigo dos años después de su marcha. En estos nueve años ha agrandado cada temporada su legendaria condición, ayudando al Celta a regresar a Europa, dejándolo a un paso de su primera final europea, y en los últimos años salvando al Celta en sucesivas y agónicas permanencias con el de Moaña como líder.
Desde hace varios años, sobre todo cuando la treintena llegó a su DNI, el celtismo empezó a buscar un sucesor para el moañés, un heredero que diera sentido y esperanza a la era post-Aspas, que promete ser muy complicada, por la dificultad que entraña encontrar a un futbolista de su nivel. Podría haber sido Denis Suárez, pero no salió bien, y también Brais Méndez, pero el Celta decidió venderlo a precio de amigo a la Real Sociedad.
El pasado año fue Gabri Veiga quien tomó la responsabilidad en el momento decisivo, salvando al equipo del descenso en la última jornada ante el Barcelona pero, aunque no lo queríamos vender, nos lo querían comprar. Anoche emergió con fuerza la figura de Hugo Álvarez, que ha sido indiscutible desde la llegada de Claudio Giráldez al banquillo, y que ayer demostró empíricamente el motivo por el que el técnico porriñés confía ciegamente en él.
El de Ourense es un futbolista diferente, con una calidad individual impresionante, y con un amor por el escudo incuestionable. Su gran noche es más que merecida y probablemente no sea la última. Eso es lo que todos esperamos, que siga aquí y pueda vivir una carrera con el celeste como protagonista. El celtismo está herido por las decepciones. Hemos visto quemar generaciones de jugadores sin que ninguno logre heredar el reino de un Aspas que va camino de los 37, y que aunque será eterno para el celtismo, no podrá estar siempre sobre el verde. Quizás ahora respire más tranquilo sabiendo que por detrás tiene quien le suceda.
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