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| Foto: Fran Santiago / Getty Images |
El fútbol vuelve a Balaídos este domingo. Y no nos referimos solo al hecho de que vuelva a jugar el Celta como local, sino que el cambio de técnico en el banquillo celeste también provocará que, al menos a priori, los aficionados célticos acuden al estadio confiados de ver más fútbol del que han visto en los últimos tiempos. El anterior partido en el templo celeste fue ese Celta - Almería en el que lo mejor fue que los tres puntos se quedaron en casa, aunque disfrutamos poco en el viaje para llegar a esa meta.
Bien es cierto que al menos se ganó, pero la imagen del equipo seguramente no fue la que todos esperábamos cuando la ilusión del centenario nos embargaba durante el verano. Ahora que Claudio Giráldez está al mando todo parece haber cambiado. Su inseparable botella nos guía hacia un final de temporada más divertido. O al menos esa es la esperanza.
El técnico porriñés vivirá este domingo un partido muy especial, quizás internamente esperando desde hace tiempo, el de la presentación ante su afición, que acudirá al partido ilusionado después de un año bastante frustrante, marcado por malos partidos, peores resultados y arbitrajes mejorables. No está siendo el año del celtismo, de eso no cabe duda, pero al menos ahora cabe la esperanza de que el año acabe mejor de lo que ha empezado.
Claudio Giráldez, además de su famosa botella, también ha traído bajo el brazo a varios chicos que ya estaban ahí. Solo era necesario verlos. Hugo Álvarez firmó un partidazo en Sevilla, Hugo Sotelo ofreció lo que de él se esperaba, e incluso Damián Rodríguez vivió su debut como si fuese su partido número 300 en la máxima categoría. Y ese es otro motivo de ilusión que ha calado entre el celtismo, y buena prueba de ello es que las entradas están agotadas desde el lunes, a seis días para el partido, algo poco frecuente en los últimos tiempos.Ojalá el equipo cumpla las expectativas. Sería la mejor noticia.
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