El resultadismo era esto


Foto: Faro de Vigo

Cuando el Celta anunció el fichaje de Rafa Benítez una ola de ilusión bañó a todo el celtismo. Después de algunos años complicados, la afición celeste necesita poco para venirse arriba, y la llegada de un técnico con el prestigio del madrileño fue suficiente para convencerse de que el año del centenario sería lo prometido por la directiva, tanto por la saliente como por la que ya por entonces se intuía que sería la entrante. 

Confieso que Rafa Benítez, aunque siendo un técnico que ha conseguido grandes resultados, nunca fue santo de mi devoción. Su estilo de juego nunca me pareció atractivo, pero no se le puede negar que los logros alcanzados están ahí. Su currículum es impresionante, y pocos técnicos en la actualidad pueden presumir de tener algo parecido. Si ha triunfado en tantos equipos no puede ser casualidad. Otra cosa es el momento actual, y la plantilla con la que cuenta, que poco o nada tiene que ver con aquellas que le encumbraron. 

Y en cierto modo, aunque su estilo de juego nunca me encajó, me dejé llevar como cualquier por la ola de optimismo, con la esperanza de que los resultados acabasen teniendo más importancia que el estilo. Sospechaba entonces que sus defensores, que los tiene, antepondrían los resultados y nos echarían en cara los logros alcanzados a aquellos que no comulgásemos con sus ideas futbolísticas, por poco que tuviesen que ver con los entrenadores que han pasado por el banquillo celeste en los últimos lustros. 

Más de seis meses después de su llegada nos sorprendemos con un Rafa Benítez totalmente acorralado por la situación, defendiéndose con uñas y diente, intentando defender una gestión que no se sostiene si nos basamos en lo que debería ser su gran aval: Los resultados. Pero nos sorprendemos cuando el propio técnico defienda su trabajo al referirse a las múltiples derrotas por la mínima, y lo cerca que ha estado de sacar más en casi todos los partidos. Una tesis también defendida por sus más firmes defensores. 

Al final ha resultado que estamos como sospechaba, defendiendo su gestión por los resultados, pero que estos no son victorias con mal juego, sino derrotas con un juego pésimo, pero por la mínima, en una especie de resultadismo 2.0, que eso sí no convence a la mayoría de los aficionados, que ayer respondieron con una sonora pitada y petición de dimisión o destitutición cuando el preparador madrileño, por detrás en el marcador, decidió dar entrada a Ristic y Jailson para intentar remontar el partido. 

Por sorprendente que parezca no se consiguió, aunque es cierto que el Celta estuvo en el encuentro hasta el final, e incluso tuvo sus opciones de empatar, aunque con un fútbol preocupante por sus carencias y absolutamente aburrido. Estamos soportando auténticos esperpentos de partidos en aras del resultadismo, y acabaremos la temporada teniendo que agradecer que nos haya salvado, ojalá,  sin haber disfrutado apenas del juego de nuestro equipo. 

Desde el club filtraron a la prensa la pasada semana que existe plena confianza en el trabajo del técnico madrileño, que recordó ayer al final del encuentro que ha llegado para un proyecto de tres años, algo que suena más a amenaza que a otra cosa. La de estar tres años con este espectáculo cada quince días en Balaídos. Confiemos en que al menos sea capaz de dar con la tecla y sus defensores tengan el argumento de los resultados, no el de perder por la mínima, sino que aunque el equipo aburra a las ovejas, gane tantos partidos que deje de importarnos su juego. 


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