Paciência, y el objetivo de levantar el pabellón portugués en el Celta



Bastan poco más de 20 minutos conduciendo para llegar desde Balaídos hasta la frontera portuguesa. La cercanía del país vecino provoca que en cualquier viaje a la zona norte de Portugal sea muy habitual encontrarnos con muchos gallegos, muchas veces conocidos. Del mismo modo, la estampa de un coche con matrícula portuguesa por las calles de la ciudad es muy frecuente. 

Este intercambio cultural entre dos pueblos hermanados no ha visto su refrendo en el mundo del fútbol, donde hasta la fecha tan solo 9 jugadores portugueses han vestido la camiseta celeste, y muchos de ellos con astérico. Joao Camacho y Gus Ledes no pasaron de jugar en el filial y disputar algún amistoso con el primer equipo, al que nunca pertenecieron de forma oficial. Mientras que Saulo Rodrígues tenía la doble nacionalidad, brasileña y portuguesa, aunque nació en Río Verde (Brasil). 

Otra característica que une a los jugadores lusos del Celta es que ninguno de ellos llegó a triunfar realmente en el club, y su estancia fue breve. Carlos Freire fue el primero, en la Temporada 1986-87, cuando el club celeste ya tenía más de 60 años de historia. Estuvo una temporada, en Segunda División, y apenas anotó 1 gol en 17 partidos. Discreto bagaje para un delantero. 

Con la llegada de la sentencia Bosman, que permitía que los ciudadanos comunitarios no ocupasen plaza de extranjero, se esperaba un desembarco luso en el Celta, justificando de este modo el apodo de nuestros queridos enemigos del norte. Y eso parecía cuando en 1997 llegaron de una tacada Bruno Caires y Jorge Cadete. El primero era un futbolista de calidad indiscutible que no se adaptó al ritmo del fútbol español. Estuvo tres temporadas, pero solo disputó 26 partidos. 

De Jorge Cadete no se puede decir que triunfase en el Celta, pero al menos vivió buenos momentos. Jugó durante dos temporadas, dos buenas campañas del club a nivel histórico, anotando 8 goles en 40 partidos. No fueron registros espectaculares, pero dejó para el recuerdo algún buen gol, y sobre todo una gran entrega. 

Aquel desembarco luso resultó ser un espejismo. No llegaría otro jugador portugués hasta la Temporada 2004-05, con el Celta recién descendido a Segunda División, en la figura de Nuno Capucho, un futbolista que había sido muy grande, pero llegó a Vigo en plena cuesta abajo de su carrera. Físicamente estaba lastrado por lesiones en años anteriores, y a pesar de que solo tenía 33 años, colgó las botas tras una campaña en la que disputó 19 encuentros. 

En la Temporada 2006-07, con el Celta enfrascado en la lucha por la permanencia, que acabaría con final trágico, el club entrenado por Fernando Vázquez se reforzó en el mercado de invierno con Miguel Areias, un lateral izquierdo al que se había enfrentado el equipo en la UEFA Cup, cuando militaba en el Standard de Lieja. Llegó cedido, debutó ante el Espanyol, y no se supo nada más de él. 

El último arribo fue en 2009,  cuando volveríamos a tener portugueses en el Celta. Una vez más por partida doble. Por un lado el joven Vasco Fernandes, que compitió con el juvenil Hugo Mallo en el lateral derecho, y acabó disputando 35 encuentros, y por otro el antes mencionado Saulo Rodrigues, nacido en Brasil, que marcó 3 goles en 22 partidos, que no destacó especialmente en su paso por Vigo. 

Ahora llega a Vigo Gonçalo Paciencia, desde la cercanísima Porto, con la misión de levantar el pabellón portugués. Un país que ha dado mucho talento al fútbol, pero del que todavía no se ha podido aprovechar el Celta. ¿Será Paciência el encargado de derribar el mito?. 

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