Un futbolista de otra época


Foto: RC Celta

Iago Aspas recibió ayer su séptimo premio Manuel de Castro, confirmando el dominio absoluto del moañés en las 11 ediciones del galardón que entregamos junto con elfutbolesceleste.com y la peña Siareiros.net. Y eso teniendo en cuenta que los años 2013, 2014 y 2015 no los jugó completos al estar dos temporadas entre Liverpool y Sevilla. 

A sus 34 años nadie duda de la relevancia histórica de Iago Aspas. Acumula 403 partidos oficiales con el primer equipo, y ya ha anotado 177 goles, la cifra más alta en la historia de un club casi centenario. Alcanzar los 200 goles es su siguiente objetivo para fijar una cifra que seguramente no sea superada jamás. Ojalá si, pero es complicado. 

Pensar en un futbolista que sea capaz de acercarse tan siquiera a los 7 Manuel de Castro que acumula el moañés se hace muy complicado. Pasarán muchos años hasta que Celta tenga, durante tanto tiempo, un futbolista tan bueno. 

Y este es el matiz. Es posible que en el futuro veamos a un jugador mejor que él vestido de celeste. Probablemente suceda. Lo difícil, lo prácticamente imposible, es lograr que un jugador así vista más de 400 veces la camiseta celeste. Esas cosas pasaban antes, cuando los futbolistas no eran mercancía, y muchos valoraban más el hecho de jugar para el equipo de su casa que otras cuestiones. Incluso los clubes tenían el famoso derecho de tanteo, por lo que los "one club man" proliferaban.  Hoy en día es prácticamente impensable que algo así suceda. Que un futbolista haga todo lo contrario que el resto y decida pasar casi toda su carrera en su club, desoyendo los cantos de sirena que le llegan cada día es casi una utopía. 

Por eso no volvermos a ver a nadie ganar siete veces el Premio Manuel de Castro. Si un futbolista alcanza el nivel de Iago Aspas, lo lógico es que se vaya. No solo por él. Hasta al propio club le puede interesar ingresar una cantidad significativa por su venta. Es la ley del fútbol actual, y es lo que convierte a Iago Aspas en todavía más extraordinario. Un futbolista diferente, que apostó por volver después de una experiencia que dejó dinero en la caja del Celta, y que le sirvió para crecer y mejorar como futbolista, regalando los mejores años de su carrera al equipo de su corazón. Algo tan poco habitual en estos tiempos que emociona, y que valoraremos en su justa medida cuando deje el fútbol. Ojalá dentro de muchos años. 

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