El genio cada vez menos incomprendido


Foto: Octavio Passos/Getty Images

Brais Méndez vivió el pasado sábado uno de sus días más especiales como jugador del Celta. El mosense anotó un doblete que sirvió para darle la victoria al Celta, la tercera consecutiva en una serie gracias a la cual el equipo de Coudet se acerca a la zona noble de la clasificación, con la permanencia muy encaminada. 

Decía el propio Brais al final del partido que “si se puede soñar, soñaremos”, en referencia a los últimos partidos de la competición y la posibilidad de que el equipo llegue a ellos con opciones de Europa. No será sencillo, pero si Brais Méndez tira de magia como el sábado, todo será un poco más fácil. 

Ninguno de los dos goles son fáciles. El primero porque requería la precisión suficiente para controlar el balón con el pecho, y que bajara lo suficientemente rápido como para poder ejecutar el disparo antes de que los defensas rivales se echaran encima. El segundo no solo es fácil de ejecutar, sino incluso de imaginarse esa ejecución. El mérito no es solo marcarlo, sino tener la creatividad suficiente para acudir a ese balón e intentar ese remate. Un golazo que daría la vuelta al mundo si vistiese otra camiseta. 

A Brais Méndez nada le ha resultado sencillo. Le tocó en suerte ser el blanco de las críticas por parte de un sector de la afición cuando las cosas no iban bien. Decía Andrés Montes que el talento siempre está bajo sospecha, y tal vez ni él mismo sabía lo acertadas que estaban tan sabias palabras. El de Mos es un buen ejemplo de ello. Se valora mucho más una carrera intrascendente e ineficaz detrás de un balón imposible, que la clase y el talento. Como si no tuviese mérito, o si ese mérito fuese inmerecido porque no corre por balones imposibles. 

Y si, seguramente Brais tiene aspectos de su juego a mejorar, pero creo que todos estaremos de acuerdo en que si fuese un futbolista perfecto no estaría en el Celta. O sí, quien sabe, pero seguramente sería más complicado.  Al menos el tiempo va poniendo las cosas en su sitio, y el pasado sábado, mientras Balaídos coreaba su nombre, seguro que encontró algo de alivio. 

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