Salvemos el fútbol



Decía Florentino Pérez cuando anunció la exitosa Superliga que no lo hacía por el Madrid, ni por dinero, sino por salvar el fútbol. Lo cierto es que algo de razón tenía el ser superior, probablemente de casualidad, y desde luego la solución no es crear una superliga. 

El fútbol tiene un problema, muy serio, que lo está llevando a convertirse en un espectáculo difícil de digerir. Lo padecemos en vivo y en directo en los últimos partidos de Liga en Balaídos, con equipos que vienen a especular, a encerrarse atrás, jugar poco o nada al fútbol, intentar cazar una ocasión, y a poco que el resultado les sea minímamente favorable a perder tiempo y usar el reglamento al límite para intentar arañar un punto o los tres si suena la flauta. 

Y nadie hace nada. Ayer el colegiado descontó siete indignos minutos, que se perdieron solo con la secuencia de lesión/recuperación del guardameta del Granada antes de ser destituido peregrinando por el estadio, mientras saludaba a sus compañeros ante la poco intimidante mirada del colegiado. 

Siete minutos que luego el karma se encargó de recordarles cuando intentaban a la desesperada arañar un punto tras el gol de Denis Suárez en el 94. Pero esto no se trata de los tres puntos logrados por el Celta ayer, ni por los que se llevaron Cádiz o Athletic Club de Balaídos. Se trata de salvar el deporte, y urge tomar decisiones. 

Las pérdidas de tiempo están al orden del día en nuestra liga, que por veces resulta ser un espectáculo bochornoso y decepcionante. Es complicado que alguien se siente a ver un Cádiz - Granada si no tiene intereses particulares en el encuentro. Se me ocurren torturas más atractivas que un partido entre estos equipos. 

Muchas son las soluciones que se pueden plantear. Parar el reloj podría ser una de ellas, pero los equipos miserables aprovecharían esta circunstancia para parar el ritmo del partido, que es otra táctica que los mediocres usan para sacar puntos. Por otra parte, el producto futbolístico para la televisión es muy goloso en la actualidad, con los horarios muy claros antes y después de los partidos. Con el reloj parado perderían el control sobre los tiempos. 

El fútbol requiere dinamismo y reducir a la mínima expresión la especulación de los equipos, premiando a los equipos más ofensivos. En ese sentido puntuaciones al estilo del rugby, donde se premian las anotaciones podría ser una buena solución. Otro deporte que ha sabido frenar estas tácticas es el fútbol australiano, un deporte poco conocido en España, pero del que se pueden imitar muchas cosas. 

En la AFL, la principal liga profesional de este deporte, los jugadores lesionados son atendidos mientras transcurre el juego, que solo se para en caso de una lesión grave. Los cambios son ilimitados, pero no se para el juego para realizarlos. Ningún jugador sale andando del terreno de juego porque su equipo estaría en inferioridad. También se podrían frenar las pérdidas de tiempo de los porteros poniendo un límite de tiempo, y vigilando su cumplimiento. En la AFL los jugadores tienen unos segundos para poner el balón en juego con un tiro libre, tras el segundo aviso del árbitro deja de ser un tiro libre y el rival puede quitarle el balón.  Imaginad a Ledesma teniendo que regatear a un delantero rival por tardar más de la cuenta en sacar de puerta. 

Obviamente son deportes distintos, y cada uno tiene sus características, pero la International Board debería tomar medidas, sean cuales sean, para intentar librarnos de este tipo de espectáculo, para que ganar no sea una cuestión de picaresca, de pillería y de deslealtad al espectador, que paga una entrada para ver fútbol, no para ver teatro. 

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