La llorería


Foto: Octavio Passos
Hay determinados equipos acostumbrados a ganar, que no asumen nada bien las derrotas, entendiendo por derrota un empate en el campo de un equipo con un presupuesto diez veces inferior al suyo. Y además de forma reiterada, porque el Barcelona no gana en Vigo desde hace más de cinco años, y eso es casi una afrenta. 

Barcelona y Real Madrid nunca pierden (o empatan) por la superioridad del rival, generalmente lo hacen porque el árbitro les ha perjudicado, y curiosamente consideran que su eterno enemigo siempre gana por el mismo motivo. Las disputas entre los dos equipos más beneficiados por el colectivo arbitral son verdaderamente graciosas, de no ser porque esconden una terrible realidad. 

Y luego está el eco informativo. Si la jugada dudosa beneficia a uno de los grandes, la prensa ni lo menciona. Recordemos aquel gol de Jordi Alba ante el Celta en el que el lateral izquierdo azulgrana estaba en fuera de juego por dos metros. No hubo una sola mención, más allá de los medios madridistas. 

Ayer el Barcelona se dejó media Liga en Balaídos, y no es la primera vez que pasa, y en lugar de hacer autocrítica apelan a la mala suerte o a los errores arbitrales. Quique Setién decía tras el partido, casi entre lágrimas, que el fútbol había sido injusto con el Barça. Le faltó aclarar que lo ha sido porque su equipo es cool y el fútbol debe ser consecuente. Lo cierto es que el Barcelona tiró 18 veces a portería, mientras que el Celta lo hizo en 10 ocasiones, pero los azulgrana solo tiraron entre los palos 2 veces, las dos terminaron en gol, mientras que el Celta lo hizo en 6 ocasiones. Yo creo que el fútbol prefiere que los equipos tiren entre los tres palos. 

También Piqué, experto en lágrima fácil, se quejaba en su cuenta de Twitter, acusando veladamente a Rafinha de fingir. “We were fated to pretend. To pretend.”, escribió en su cuenta de Twitter. Además de una canción de MGMT, viene a decir algo así como “estábamos predestinados a fingir”, insinuando que el jugador del Celta, compañero suyo hasta la pasada temporada, se tiró en esa acción. Da igual que el propio Piqué hiciera lo mismo minutos antes en una pugna con Araujo. 

La jugada deja dudas. No es clara, ni en un sentido ni en el otro. Lo que es cierto es que Piqué no toca el balón, va con los pies por delante, y Rafinha no está obligado a saltar. Hay contacto, aunque es evidente que al celeste le vino muy bien la imprudencia de Piqué. 

Considero que más le valdría a Piqué hacer autocrítica, trabajar en los errores cometidos, preguntarse por qué casi se van de vacío de Vigo, y alejarse de la llorería, triste consuelo para sus aficionados, acostumbrados a mirar para otro lado mientras los errores arbitrales les favorecen. Sin ir más lejos, Messi, el mejor del Barcelona ayer, no debió jugar este partido por una expulsión perdonada ante el Athletic. Pero de eso no habla Piqué. 

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