Decíamos ayer


Foto: Atlántico Diario
Cuenta la leyenda, que Fray Luis de León, tras estar varios años encarcelado, retomó su clases diciendo a su alumnos: “Decíamos ayer”. Posteriormente también lo usó Unamuno, y podría aplicarse a Rubén Blanco, que mantiene la línea ofrecida antes del parón, allá por el lejano mes de marzo.  El canterano volvió a demostrar que su regularidad no es casual, es evidente que ha dado el empujón a su carrera que muchos pedíamos desde hace varios años. 

De su prometedora ascensión al primer equipo, cuando se convirtió en héroe en aquel dramático partido frente al Espanyol que cerraba la temporada de regreso del Celta a la máxima categoría con una agónica salvación, pasó a años con protagonismo de lesiones y de una irregularidad que parecía eterna y desesperante. 

Fue con Miguel Cardoso con quien se estabilizó definitivamente en la titularidad. A partir de la llegada del luso empezó a jugar, y su rendimiento ha sido tan indiscutible que los sucesivos entrenadores mantuvieron la confianza en él. Y Rubén respondió. Ayer con una parada magistral ante Iborra, una estirada muy estética que evitó que los amarillos se adelantaran en el marcador. Al borde del descanso volvió a hacer otra estirada milagrosa, inerte en esta ocasión ya que la acción estaba invalidad, pero el valor de esa acción va más allá de lo que signifique. Era la prueba que necesitaba el Villarreal para saber que no sería fácil meter el balón en su portería. 

Desgraciadamente no pudo hacer nada en el tanto del submarino, y eso que en la misma acción le sacó el balón a Bacca cuando el colombiano ya se relamía, pero no pudo llegar al tiro de Trigueros, imparable después de que el esférico golpease a Murillo y se convirtiese en un imposible. No lo puede parar todo, pero para lo suficiente para dar puntos al equipo si este pone de su parte. Algo que no se dio en este partido. 

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