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| Foto: Marta G. Brea/Faro de Vigo |
No sabemos hasta qué punto serían ciertas las informaciones que apuntaban a un posible despido de Fran Escribá en caso de tropezar ante el Athletic. Incluso se apuntaban nombres de entrenadores en paro, alguno más extravagante que otro, pero fuese cierto o no, lo que es innegable es que ha logrado acallar la rumorología con su triunfo.
El preparador valenciano apostó por mantener el equipo en el que ha creído desde que comenzó el curso, y que ha usado siempre que sus jugadores estaban disponibles y no había rotaciones por jugar tres partidos en una semana. Y lo cierto es que la apuesta le salió más o menos bien. Decimos más o menos porque siempre depende cómo se mire.
El Celta es más sólido que nunca a nivel defensivo, pero también da muestras de flaqueza en ataque, una virtud que hasta no hace mucho se daba por hecha en el equipo celeste, y que ahora parece perdida. Los pupilos de Escribá volvieron a pecar de falta de contundencia, de alargar la jugada más de lo necesario, y de una falta de “punch” preocupante, pero también dejaron otras cosas muy positivas y que probablemente sean las bases del proyecto de Escribá.
El equipo vigués estuvo muy compacto durante todo el partido, con las líneas juntas y bien relacionadas. Apenas se descompuso, e incluso tuvo más espacio para correr a la contra que un Athletic que esperó atrás toda la primera parte, y solo se desmelenó un poco, tampoco sin excesos, en el segundo acto.
La entrada de Rafinha mejoró el juego, le dio mayor mordiente, y como viene siendo habitual volcó el juego hacia su banda, la derecha, huérfana durante casi todo el partido porque Hugo Mallo estaba más pendiente de contener a Muniain, reduciendo mucho sus alegrías ofensivas, y Rafinha estaba casi siempre en posiciones interiores. Sea como fuere, el Celta ha mejorado su imagen, al margen del resultado, pero cualquier detalle podría haber echado al traste el triunfo y, quien sabe, el trabajo de Fran Escribá.
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