Foto: La Voz de Galicia |
A Brais Méndez le ha tocado vivir la cruz del fútbol en los últimos meses. Desde que fue internacional absoluto con la selección española ha ido perdiendo paulatinamente el cariño de una parte de la afición, que seguramente se haga oír más que aquellos que siguen apoyándolo y creyendo en él, porque entre otras cosas sigue siendo jugador del Celta.
El pasado domingo fue titular en Ipurúa y dejó buenas sensaciones. Fue el único jugador de ataque que hizo algo distinto, y el que tuvo la ocasión más clara para batir a Dimitrovic, pero no se libró de las críticas. De vuelta en Balaídos, Rafinha recuperó la titularidad y Brais tuvo que esperar su oportunidad en el banquillo.
El Celta estaba muy atascado, sin demasiadas ideas, y no es que el internacional brasileño estuviese haciendo un mal partido, pero Escribá decidió tirar del canterano para tratar de darle otro aire al equipo, y su efecto no pudo ser más instantáneo. Nada más entrar al campo participó en una ocasión de gol, y dos minutos después el Celta se adelantaría por medio de Aspas.
Más allá del acierto en la finalización de Iago Aspas, el Celta cambió para bien con la entrada de Brais, que aportó algo distinto a lo que había. En definitiva, su entrada le hizo mucho bien al Celta, y para Escribá es una victoria doble, ya que recuperar a Brais es una de las tareas pendientes del técnico, que destacó al final del encuentro al de Mos lamentando las críticas y silbidos que ha recibido en los últimos tiempos.
El canterano comenzó a reconciliarse en parte con la afición reivindicándose con una actuación interesante, pero no debe relajarse. El futuro del Celta pasa por sus botas, y por eso debemos cuidarlo entre todos.
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