El cuento de hadas del celtismo


El verano de 2019 será difícil de olvidar para el celtismo, por lo que ha supuesto en el aspecto sentimental. Acostumbrados como estamos a considerar a los jugadores “mercenarios”, que están de paso en el club, es un soplo de aire fresco comprobar que todavía hay futbolistas que sienten los colores de un equipo, y celebrar que ese equipo sea el nuestro. Ellos mantienen al celtismo en un permanente cuento de hadas que no queremos que acabe. 

Santi Mina, Denis Suárez, Pape Cheikh y Rafinha han vuelto al Celta porque han querido, y lo han hecho renunciando a salarios más importantes en otros equipos, y después de que todos ellos militasen en equipos de Champions League la pasada temporada. Y aunque sabemos que si han vuelto es porque no eran titulares en sus equipos, también sabemos que si quisieran podrían estar jugando en un equipo de Champions esta temporada. 

Y es una historia tan bonita que escasea en el mundo del fútbol. Pocos de nosotros hubiese apostado por el regreso de uno de ellos este verano, pero tener a los cuatro de vuelta es sencillamente alucinante. Y seguramente me quedo corto. Escucharlos hablar del Celta con tanta pasión es algo que, inevitablemente, nos traslada a tiempos pretéritos en los que los jugadores sentían los colores por encima de cualquier otra consideración. 

Esa identificación con el escudo, que también vemos en otros jugadores de la plantilla, especialmente los que proceden de la cantera, es un plus de incalculable valor. Saber que estos jugadores no nos van a dejar tirados, que lo van a dejar todo sobre el terreno de juego, y que luego, salgan o no las cosas, jamás podremos decir que no lo han intentado. Tener esa seguridad invita a remar todos juntos, a apoyarlos desde el principio, a emocionarnos con su juego, y sentir como propios sus éxitos, porque en el fondo son lo mismo que nosotros, aunque ellos juegan bastante mejor al fútbol. 

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