10 años de la primera vez que Aspas salvó al Celta


Parece que fue ayer, pero este jueves se han cumplido 10 años del inolvidable partido ante el Alavés en el que Iago Aspas con un doblete selló la permanencia del Celta de forma matemática. Fue un 6 de junio de 2009 en el Estadio Municipal de Balaídos, un partido no apto para cardiacos que puso fin a una temporada de sufrimiento, no solo por la categoría, sino por la supervivencia del club. 

Para ponernos en situación es bueno tener en cuenta que el Celta entró un año antes en concurso de acreedores. Tras fracasar en su intento de ascender, las deudas acuciaron al club celeste, que se vio obligado a iniciar de forma voluntaria un proceso concursal para intentar salvar el futuro de la entidad. 

Al banquillo celeste llegó Pepe Murcia, y lo cierto es que el inicio de temporada, sin ser excelente, mantenía al Celta con opciones de ascenso. En la jornada 20 ocupaba el octavo puesto en la clasificación, pero a tan solo 3 puntos del líder y a dos del ascenso directo. En ese momento contaba con 31 puntos. 

Sería a partir de un partido aplazado ante el Real Murcia cuando empezaría la debacle celeste, que le llevaría a coquetear peligrosamente con los puestos de descenso. Han pasado muchos años, y el recuerdo seguramente no sea nítido. Se suele decir que Aspas no evitó el descenso, ya que incluso perdiendo aquel día restarían dos jornadas más. Es indiscutible, pero sería bueno situarse en ese 6 de junio a las 18:30. Justo cuando comenzó el partido. 

A ese encuentro llegaba el Celta después de haber conseguido una victoria en los últimos 20 partidos. Había firmado varios empates en encuentros que había comenzado ganando para ver como el rival remontaba, en ocasiones incluso en el descenso. Contaba con tres puntos de ventaja sobre el Alavés, y había vencido en la primera vuelta, así que un triunfo le daba la salvación, pero todos los que estábamos aquella tarde en Balaídos sabíamos que si el Celta no dejaba arreglada la permanencia tenía todas las papeletas para acabar descendiendo. 

Eusebio Sacristán, que era el técnico en ese momento, sacó de inicio un once formado por Falcón, Edu Moya, Jordi Figueras, Noguerol, Roberto Lago, Michu, Rosada, Abalo, Trashoras, Óscar Díaz y David Rodríguez. El partido transcurría entre el sufrimiento y el tedio. Los dos equipos estaban atenazados por la presión. La tensión se cortaba en Balaídos por lo que podría suponer aquel descenso a Segunda B con el Celta inmerso en un proceso concursal. No solo se jugaba seguir en Segunda, tal vez se jugaba la vida. Literalmente. 

Para desgracia de los celestes, no podía contar en ese encuentro con Kamel Ghilas y Dinei, los dos delanteros titulares, que habían completado una temporada interesante. Uno por sanción y otro por lesión, por lo que Eusebio, al que nunca le tembló el pulso, convocó a Joselu, que ya había debutado esa misma temporada, y a Iago Aspas, que lo había hecho el año anterior en Salamanca, pero que no había contado en la Temporada 2008-09. 

A media hora para el final, Eusebio miró a su banquillo para hacer el primer cambio. Iago Aspas era el elegido. Al moañés, a pesar de que no se le había visto jugar nunca en Balaídos, lo conocía bien la afición ya que era uno de los más destacados del filial. Un futbolista diferente, un genio díscolo, en el que se habían depositado grandes esperanzas que aún no se habían cumplido. La grada rugió al ver que era el elegido. En momentos de crisis, cualquier pequeño detalle desata la ilusión. 

Y salió Aspas a jugar. Era su primera vez, pero no lo parecía. Al minuto de estar en el campo intentó sorprender a Bernardo con un inteligente remate que atajó el guardameta babazorro. Con Aspas en el campo se creó más peligro que en todo el partido. Balaídos volvía a creer, y lo hizo sobre todo en el minuto 80 en una jugada iniciada por Trashorras en la medular, el de Rábade abrió a la banda, donde Dani Abalo acomodó el balón y puso un centro preciso que Iago Aspas envió al fondo de las mallas con la testa. 

Se desataba la euforia en Balaídos, y la locura sobre el césped. Aspas corrió sin saber su destino, llegó al córner y agarró un micrófono de ambiente situado en la esquina, dejando una imagen que ya es icónica. Parecía la salvación definitiva, pero aquel Celta no se caracterizaba por saber cerrar los partidos, y en el 88 vio como Juanjo ponía el empate que dejaba todo pendiente para las dos últimas jornadas. 

Pudo ser aún peor cuando en tiempo de descuento, un balón dividido acaba a pies de un jugador alavesista encontrando la milagrosa respuesta de Falcón. Mucho se habla de los goles de Aspas, pero sin aquella parada seguramente ahora no estaríamos contando esa historia. El caso es que el meta gaditano rechazó, y el celtismo hacía cábalas sobre lo que quedaba y lo que suponía el empate. 

Balaídos esperaba el pitido del colegiado cuando Jordi Figueras botó una falta en campo propio, Jonathan Vila peina el balón, que cae a pies de David Rodríguez, este dispara a portería, y Bernardo rechaza de forma insuficiente, quedando el balón manso en las botas de Aspas que impulsaba el esférico al fondo de las mallas. 

Ahora sí. Ya no había tiempo material para que el Celta echase por la borda otra victoria. La fiesta era total. Aspas corrió hacia la grada de Gol, se encontró con Yoel, aún jugador del filial, vestido de calle para celebrar un tanto que daba la victoria, la salvación y prolongaba la vida de un moribundo Celta. 

El resto de la historia ya la conocéis, con Aspas siendo protagonista durante esta década, incluso cuando estuvo en Liverpool y Sevilla. La historia reciente del Celta tiene mucho que ver con Iago Aspas, y lo seguirá siendo los próximos años. 

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