Fútbol moderno


En los últimos tiempos existe cierta sensación de frustración en los aficionados al fútbol, especialmente en aquellos que han decidido ser abonados de un club de Primera o Segunda División. Las quejas son múltiples, pero se centran en el trato al socio y a los aficionados que cada domingo acuden a ver a sus equipos al estadio. 

Bueno, eso de cada domingo era antes. Ahora dejémoslo en cada fin de semana -con suerte- o cada semana, porque tu equipo puede jugar el viernes o el lunes a poco que te despistes. Los horarios cambiantes, pensados en la televisión, exasperan a los aficionados, que se sienten como el patito feo del negocio futbolístico. 

En clave celeste hemos comprobado en los últimos tiempos como las quejas se repiten y van en aumento. También en el trato que el club dispensa a los aficionados, que seguramente no sea el correcto en muchos casos. El fútbol moderno es así. No sé si debemos asumirlo o hacer una revolución, pero el estado de las cosas es el siguiente. 

El Celta presentará sus cuentas en una Asamblea el próximo mes de noviembre. Dichas cuentas contemplan los gastos e ingresos previstos para el club en este ejercicio, y dejan clara la importancia de la televisión en su modelo de negocio. El 78,9% de los ingresos provienen de las televisiones. Casi 8 de cada 10 euros que entran en la caja de Príncipe están supeditados a un contrato televisivo.  Sin duda, el dinero de la televisión debe ser bien recibido, ya que permite sanear las cuentas y soñar con hacer un equipo cada vez más competitivo, pero es un porcentaje excesivo, que refleja una realidad a la que no queríamos llegar. 

¿Entendéis ahora quien manda y por qué?. ¿Entendéis por qué el fútbol gira única y exclusivamente en torno a los deseos y designios de la televisión?. Durante años, los clubes se nutrían fundamentalmente de los ingresos obtenidos a través de la venta de entradas y abonos. También había ingresos por las quinielas, algo por la publicidad y la venta de algún futbolista importante, pero quien sostenía el negocio era el aficionado que iba cada quince días a Balaídos. 

Hoy lo sostienen los que se abonan al fútbol de pago por la televisión, que en muchos casos también van a Balaídos cada dos semanas. Ese aficionado confundido al que cada vez le dan más facilidades para ver cómodamente el partido desde su casa, con unas retransmisiones cada vez más elaboradas, con más cámaras, repeticiones más elaboradas, mayor calidad de imagen apoyadas en unos aparatos de televisión cada vez más potentes, con declaraciones de los protagonistas al momento y que sin embargo se siente cada vez peor tratado cuando se sienta en su fría butaca de Balaídos, a veces con lluvia y viento, mientras piensa en el tiempo que tendrá que esperar para sacar el coche de donde lo tiene aparcado, o si llegará a tiempo al final del partido para tomar el bus de vuelta a casa. 

A eso se refería Carlos Mouriño cuando decía que uno de los factores de la bajada de asistencia al estadio era la emigración. Todos pensamos que era en referencia a los jóvenes que se van fuera de Vigo, pero en realidad hablaba de los aficionados que han emigrado del estadio hacia la televisión. Y me temo que la corriente migratoria será imparable si alguien no hace algo al respecto. Por mucho que pese ese 80%, el fútbol es de los aficionados. 

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