El pasado verano, quien más y quien menos, esperaba ver a Borja Iglesias en el Celta. Después de una excelente temporada con el filial, firmando 34 goles y liderando a un equipo que peleó por el ascenso de categoría, el celtismo estaba expectante por ver al compostelano con el primer equipo.
Pero ya en el mes de mayo se anunció el fichaje de un desconocido delantero uruguayo que venía a tapar el hueco que supuestamente podía tener Borja Iglesias, que ahora tenía que competir con Maxi Gómez, además de con Guidetti, Beauvue y Iago Aspas, que ya formaban parte del equipo la anterior temporada.
En vista de que las oportunidades escasearían, Borja Iglesias aceptó la propuesta del Real Zaragoza para jugar un año en la exigente Romareda, en lo que suponía su debut en la categoría de plata. Y allí se ha convertido en un ídolo. Suma una veintena de goles, 19 de ellos en Liga, y se ha convertido en uno de los delanteros de moda de Segunda División.
En sus botas están gran parte de las opciones de ascenso del conjunto maño, un histórico de Primera, que ya acumula un lustro en la categoría de plata desde su descenso en el año 2013, cuando el Celta logró la salvación en la última jornada enviando a Segunda al equipo maño, además del Mallorca y del Deportivo.
Borja Iglesias tiene contrato hasta el 30 de junio de 2019. Este verano regresará a Vigo con la satisfacción del trabajo bien hecho. En La Romareda quieren quedarse con él, y él ha asegurado que no le importaría seguir en la capital aragonesa, especialmente si el equipo logra el ascenso a Primera División.
Veremos qué sucede, pero lo que es evidente es que se ha ganado una oportunidad en el Celta. Algo que se le ha negado hasta la fecha a pesar de marcar 75 goles con el filial y su buen rendimiento en el filial durante cuatro años. Es ahora o nunca. Pero sería interesante ir pensando en ampliar su contrato cuánto antes.
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