División


Foto: José Lores/Faro de Vigo
Desde que Carlos Mouriño anunció su intención de comprar Balaídos, se ha ido acentuando la división entre dos sectores del celtismo, a los que los buenos resultados habían unido en los últimos años. Los partidarios de Mouriño, y los detractores del presidente, con el matiz de que ahora también se genera una división entre los partidarios de Abel Caballero y sus detractores. 

Todo lo que hemos vivido en los últimos días se parece más al preludio de una guerra civil que a la presentación de un proyecto futuro, aunque en el fondo sea eso. En todas las entradas sobre Mouriño se genera un debate que se enturbia por el tono de los contendientes. ¿Es necesaria esta división? ¿Debemos fiarnos al cien por cien de lo que dice Mouriño o negar sistemáticamente sus buenas intenciones? La respuesta es no. 

Nada es blanco ni negro, y las tonalidades de grises son abundantes, pero es muy cierto que todo esto se podría evitar. El Presidente está llevando a cabo una dura gira por distintos colectivos tratando de seducir a toda la ciudad con su proyecto. El problema es que no se sabe muy bien cual es realmente. Sabemos la intención final, pero los bandazos han sido evidentes. Quiere comprar Balaídos, amenaza con llevarse el estadio a Mos, pide terrenos para construir uno en Vigo de 50 millones, y no ha dado una sola cifra estimativa de los ingresos que generaría un estadio en propiedad, para convencernos de que la viabilidad del club depende de ese movimiento. 

Por su parte, el Concello mantiene el silencio. Abel Caballero ha dicho que no venderá el estadio al Celta, pero tampoco ha aclarado qué sucedió con los proyectos de la Ciudad Deportiva que se vinieron abajo. Al menos ha mantenido la misma línea desde que todo esto empezó, entre otras cosas porque le afecta bastante menos. 

Pero antes de seguir discutiendo entre nosotros, antes de que continúen los enfrentamientos entre celtistas, deberíamos entender que esto tiene mucho de política, y muy poco de deporte, lo que en realidad nos une a todos. Todos queremos lo mejor para el Celta, pero también para la ciudad. Nadie merece tanto la pena como para creer a pies juntillas todo lo que dice. Nadie. Todos debemos remar en la misma dirección, y no es bueno que el capitán de la nave sea quien provoque tales divisiones. 

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