Larga vida al 10


Foto: Atlántico Diario
Cuando el verano de 2015 nos sorprendió con la ilusionante noticia del regreso de Iago Aspas, el celtismo alcanzó la felicidad casi absoluta. El regreso del hijo pródigo, del héroe de aquella permanencia lograda de forma agónica ante el Alavés, y posteriormente el jugador que llevó al equipo a Primera División a base de goles, suponía algo más que un fichaje de campanillas. Era el retorno de quien sabíamos que volvería, pero no tan pronto. 

Un año y unos meses después estamos en condiciones de decir que fue una de las mejores decisiones del Consejo de Administración que aún preside Carlos Mouriño. Y él, Iago Aspas, puede firmar también que su decisión de volver, perdiendo bastante dinero, fue la correcta. Nunca rindió como rinde en Vigo. Es uno de esos futbolistas a los que el entorno les sienta bien, a los que la presión de defender sus colores los eleva, los sitúa en otro nivel. Inalcanzable cuando los valores se desordenan, cuando ya no está en casa. 

Iago Aspas alcanzó nivel de selección con el Celta. Le bastaron unos meses en la máxima categoría para sonar para el combinado que entonces dirigía Del Bosque. El Liverpool pagó 10 millones de euros a pesar de su inexperiencia. Tras dos años con poco protagonismo regresó al Celta, y vuelve a estar en el punto de partida. O quizá mejor. Esta versión de Aspas, más madura y consolidada, es mejor que la de aquel chico que se marchó a Liverpool con la ilusión de quien quiere comerse el mundo. 

Sabe que el mundo es Balaídos, y tiene la convicción de hacerlo. El partido del domingo fue sublime. No ya por los goles, de excelente ejecución tras dos desmarques de libro, sino por todo eso que aporta al equipo, a sus compañeros, por su lectura de juego. A todos los niños que quieren ser profesionales deberían enseñarles lo que hace Aspas. Como vive el fútbol, la pasión que le pone. Ama este deporte, y tiene la facilidad de entenderlo. El resto viene solo. Lógica pura. 

A sus 29 años, por sus características, podría pensarse que ya queda menos para el final de su carrera, pero su inteligencia le permitirá jugar muchos años si se cuida y es profesional. Nada hace pensar lo contrario. Aspas es una bendición para el Celta. Un regalo, una de esas excepciones que se dan cada ciertos años en el fútbol mundial y que permiten a un equipo con un presupuesto pequeño disponer de un jugador muy por encima de sus posibilidades por el mero hecho del amor por unos colores. Esperemos que lo sea por mucho tiempo. 

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