La morriña del internacional


Foto: Salvador Sas
Cuando Iago Aspas fichó por el Celta en el verano de 2015 hubo quien dudó de que esa operación le saliese bien al equipo vigués. Incluso tras la gran temporada pasada, en la que marcó 18 goles, convertido en el máximo realizador del equipo, seguía generando ciertas dudas, que hoy deberían estar totalmente disipadas. Traer de nuevo a Aspas fue un enorme acierto para la directiva del club, y también para el jugador, que ha sabido crecer en su casa. 

Son varios los casos de futbolistas que solo triunfan cuando están cerca de su casa. Le pasa algo parecido a Jonathan Viera, un futbolista de enorme calidad empequeñecido cuando abandonó Gran Canaria. A Aspas le pasó algo así, aunque estuvo bastante mejor en Sevilla que en Liverpool, donde siguen echándose las manos a la cabeza cada vez que ven vídeos del moañés después de abandonar Anfield. 

En Vigo, de regreso a casa, se ha convertido en un hombre más maduro. Ha sido padre y ha asumido mayores responsabilidades en su vida, y también en su equipo. Es uno de los cuatro capitanes, y aunque admite que eso es algo secundario, es un hecho que hace unos años no hubiese aceptado el brazalete que portó el pasado domingo. Se está convirtiendo en uno de los líderes y referentes del vestuario, y también para todos los canteranos que forman parte de A Madroa. 

La llamada de la selección representa el acierto de su regreso. En Vigo es feliz. Con la camiseta celeste se multiplica, y alcanza un nivel al que no es capaz de llegar vistiendo otra camiseta. Algo tendrá.  La morriña pudo más que su talento en Liverpool y Sevilla, pero le hace más grande cada vez que se viste la camiseta del Celta. 

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