El gol que marcó Balaídos


Foto: Óscar Vázquez
 No fue el mejor partido en la historia del Celta, pero acabó con un final feliz, no solo por la victoria, sino por la sensación de haberla conseguida de forma conjunto en una perfecta comunión entre la afición y el equipo tras la entrada de Iago Aspas que emocionó a todos los allí presentes. Me decía David Penela al final del partido: “Las aficiones a veces ganan partidos”. No pude añadir nada más. 

El de ayer fue un ejemplo de como la necesaria simbiosis entre equipo y afición es absolutamente necesario para alcanzar los objetivos marcados, e incluso algunos que estarían por encima de lo lógico. Esos últimos minutos en los que el equipo se contagió de la afición, y la afición del equipo, retroalimentándose mutuamente, llevaron al equipo a lograr la victoria. 

Era evidente que el gol acabaría llegando. Primero porque el Celta dio un salto enorme con la entrada de los suplentes, que serían titulares en casi cada partido, y en segundo lugar porque con el aliento de la afición en la nuca se corre más y se llega a balones imposibles de alcanzar cuando el ambiente no ayuda. Porque el pase perfecto sale mejor si 20.000 gargantas animan que si 100 aficionados silban. Ser consciente de esto, suele dar a final de temporada cuatro o cinco puntos, que pueden separar una temporada anodina de una temporada exitosa, o incluso el fracaso de la tranquilidad. 

Así que cuando Marcelo Díaz robó un balón en el centro del campo, toda la afición empujó el balón hacia la banda, y cuando lo recogió Hugo Mallo le alentó para que viese el desmarque de Wass, que puso el mejor balón de su vida para que Guidetti solo tuviese que remachar a portería, empujado por toda la afición. La eufórica celebración de jugadores y público fue una de esas comuniones que ponen los pelos de punta, emocionan, se recuerdan y estrechan los lazos. Son esos momentos que impulsan a la afición a cantar cuando el marcador señala un 0-4 para el equipo rival. Son momentos que hacen afición, que alimentan el sueño del celtismo, y que perduran en la memoria colectiva como aquella remontada al Xerez que jamás olvidaremos los que tuvimos la suerte de estar allí. 

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