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Foto: César Quian |
Iago Aspas es uno de los jugadores señalados en cada derbi. El moañés, por su categoría futbolística y su declarado amor por el club celeste, es el típico futbolista del que la afición lo espera todo en cualquier momento, y más en este tipo de partidos en los que sigue sin estar afortunado. Cierto que el de ayer era un tanto especial, ya que regresaba tras una lesión que le ha tenido parado durante casi tres semanas, pero volvió a dejar a la parroquia local con mal sabor de boca.
Eso sí, su actuación no ha tenido nada que ver con las de hace unos años, en las que destacaba más por las protestas, los encontronazos con rivales o la polémica que en lo futbolístico. Ayer vivió el partido como uno más, mucho más sereno que antaño, pero se tropezó, como el resto de sus compañeros, con el muro defensivo montado por Víctor a partir de su gol, y de forma exagerada tras la expulsión de Arribas.
Aspas intentó el disparo en varias ocasiones, pero siempre en posiciones lejanas sin demasiada posibilidad de crear peligro. Un lanzamiento le salió raso, y no supuso mayor problema para Lux, y posteriormente intentó sorprender con una vaselina que no encontró portería. Al margen de eso, se asoció con Nolito y Orellana, buscando el desquilibrio, pero siempre fallaba el último pase, el último regate.
Habrá días mejores para un Aspas al que en adelante se le irá recordando siempre que no ha marcado ante el Deportivo, que tampoco ha jugado ningún gran partido ante el eterno rival, y la bola de nieve será cada vez más grande y seguirá creciendo el mito hasta que rompa la dinámica con un partidazo y un golazo, porque el genio de Moaña no sabe hacer otro tipo de goles.
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