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Foto: Xoan Carlos Gil |
Veinticuatro horas después de la finalización del partido ante el Levante, el celtismo aún sigue con el miedo en el cuerpo tras el esbozo de remontada protagonizado por el cuadro valenciano. La renta de tres goles, con poco más de media hora de juego por delante parecía más que suficiente hasta que los granota anotaron dos goles en poco más de dos minutos, desatando la zozobra en Balaídos.
El Celta, que estaba realizando un partido muy sólido, sin casi conceder ocasiones, se volvió entonces vulnerable, y la sombra de la remontada sobrevolaba el estadio vigués. Ni tan siquiera la entrada de Radoja dio empaque al centro del campo. El Celta conseguía retener al rival con posesiones largas y daba sensación de peligro, pero cada vez que perdía el balón, la sensación de peligro era evidente.
Desde hace un tiempo, el equipo de Berizzo tiene un claro problema en defensa. En muchas ocasiones se soluciona con posesión de balón, y también lo ponen fácil los rivales, más habituados a especular que a atacar de verdad. Ayer, cuando el Levante lo vio todo perdido y se lanzó en tromba a marcar goles, los encontró con pasmosa facilidad. Y esto es muy preocupante.
Hugo Mallo, que estaba haciendo un gran partido, demostró que le falta altura para ser central cuando enfrente hay un ariete como Deyverson. Tiene condiciones, pero tal vez le falten centímetros, que no necesita para jugar como lateral. Jonny no vive su mejor momento, aún siendo un gran lateral, y la situación de Planas es muy diferente. Es un extremo reconvertido a lateral, que sufre mucho en defensa y no tiene fuelle para generar peligro en zonas ofensivas.
Berizzo ha dicho que no es necesario reforzar la defensa. Quiere tener un ataque muy potente para solucionar los problemas defensivos. Marcar más de lo que se encaja parece la consigna, pero no siempre funciona. La fragilidad defensiva es un hecho, y corregirla debería ser una obsesión.
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