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Foto: Miguel Riopa |
Pocos jugadores despiertan tanto odio en Granada como Iago Aspas. Y en pocos sitios es tan odiado el moañés como en Los Cármenes. Solo Riazor supera en decibelios las muestras de “cariño” que recibirá el genio celeste cuando salte al terreno de juego mañana en Granada. Le pasó en la última visita con el Celta, aunque acalló los silbidos con un golazo propio del gran futbolista que es.
No fue el único gol que le marcó a los nazaríes. Antes lo había hecho en la famosa tanda de penaltis, siendo expulsado por realizar un gesto a la afición local reclamando su silencio. Cosas de Lesma López. Pero el odio de los granadistas venía de antes, concretamente del partido de ida cuando en una acción discutible acabó golpeando la cara de Roberto con su bota.
Tanto el guardameta, chantadino para más señas, como el club andaluz explotaron esta acción, incitando a la violencia, casi al linchamiento popular por parte de los suyos a un futbolista recibido en Granada con carteles en los que se pedía su cabeza: “Wanted. Dead or alive”. Ya no había marcha atrás. Iago Aspas era el enemigo público número uno que había encontrado el Granada para encorajinar a una afición que necesita poco para cruzar la línea roja.
Han pasado más de cuatro años y veremos como recibe la afición a Aspas. La última vez que visitó Los Cármenes con la camiseta del Celta fue el 30 de septiembre de 2012. Desde entonces jugó en una ocasión con el Sevilla, en Copa. Fue suplente y entró al terreno de juego a falta de media hora para el final del choque. Mañana volverá, será titular, más maduro y con mucho más fútbol en sus botas. Si marca lo celebrará de forma especial.
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