Triunfo para el currículum


CRISTINA QUICLER

No es tarea sencilla ganar en el Ramón Sánchez Pizjuán. Lo corroboran las estadísticas. En los últimos 20 meses tan sólo tres equipos lo han logrado: Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid. El Celta se unió ayer a la lista en un partido sobresaliente en el que sometió a un rival de Champions durante 45 minutos. Después, terminó ofreciendo su versión más pragmática y sufridora en la segunda mitad para certificar los 3 puntos. En una actuación coral brillante, los de Berizzo regalaron una sinfonía de hemeroteca en el tramo inicial, adueñándose de la escena y desarbolando a un Sevilla impotente. Pero también supieron remangarse cuando hubo que acudir al barro para salvaguardar la victoria. Obtuvo así un éxito de currículum sólo siete días después del mar de dudas que dejó ante Las Palmas. Ante un rival y escenario de alcurnia, la espina canaria queda arrancada. 

Al echar la vista atrás, cuesta recordar minutos de tantos quilates en la reciente historia celeste como los 45 del comienzo. Posiblemente los mejores de la era Berizzo. El Celta se asentó sobre el verde sevillano con autoridad pasmosa y monopolizó el balón ante un adversario perdido, desorientado ante la intensidad celeste. Los olívicos adelantaron la presión, exprimieron su intensidad al máximo y maniataron a un Sevilla que tan pronto como recuperaba el balón se percataba de que ya lo había perdido. Un Augusto imperial comandó las operaciones. El partido se jugó en la mitad del campo local.

Y ahí el Celta sigue demostrando que tiene mucha dinamita para llevar peligro. Con Hugo Mallo y Jonny más ofensivos que nunca, los vigueses abrieron el campo y la telaraña de Emery. Nolito destrozó una y otra vez a Mariano. Orellana y Wass percutieron por la derecha ante un Coke superado. Por uno y otro costado llegaron los goles. El cuarto de Nolito y el segundo de Wass, quien suma tantas dianas como su compatriota Krohn-Dehli en tres años en Vigo. Es la metamorfosis de este Celta: menos elaboración, más pegada. Aunque para ser honestos, durante la primera parte de ayer a los de Berizzo no les faltó nada.

La historia cambió en el segundo tiempo. El Sevilla, obligado a reaccionar, fió su remontada sobre las espaldas de Fernando Llorente. El Celta sufrió con el empuje sin juego nervionense. Más intensidad y pelotas al gigante. Así fraguó el 1-2 y modificó el rumbo del partido. Fueron los peores instantes, donde todo lo conseguido anteriormente parecía caerse cual castillo de naipes. Momentos en los que el partido pedía a Radoja y Berizzo entendió su error del pasado domingo. El técnico argentino no vaciló esta vez y con su cambio devolvió el mando al Celta. Ayudó el bajón físico local al traspasar el ecuador de la segunda mitad, pero la incursión del serbio por un Tucu ayer notable resultó clave.

Hubo sufrimiento hasta el final, como no podía ser de otra forma, pero alegría tras el silbido arbitral. El Celta confirma Nervión como uno de sus estadios talismanes y por primera vez en la temporada acompaña con mayúsculas el juego a los puntos. Sólo la expulsión de Jonny, inmerecida y claramente recurrible, deslució una mañana soleada para el celtismo. No todos los días se gana en el Sánchez Pizjuán. La decepción ante Las Palmas ya queda atrás. Ahora, espera el Barça.

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