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| Foto: Xoan Carlos Gil |
La presencia de Radoja en el once inicial fue la principal novedad que presentaba la alineación de Berizzo ante el Barcelona. El preparador argentino ya advirtió antes de jugar en Sevilla que el serbio había alcanzado nuevamente su plenitud, lo que era una invitación a pensar en una futura titularidad del centrocampista.
No tardó mucho en hacerlo. Aprovechando que Pablo Hernández arrastraba unas molestias desde el partido en tierras andaluzas, Berizzo decidió probar a Radoja al lado de Augusto buscando mayor solidez en el centro del campo, y un perro de presa con el que perseguir a Messi hasta el baño si fuese necesario. De hecho, esa fue su función durante la segunda mitad.
Pero más allá de eso, la aportación de Radoja es una bendición para el equipo. El futbolista balcánico recordó por momentos a aquel jugador que nos maravilló nada más llegar a Vigo, como si de un amor a primera vista se tratase. Abarca mucho campo, presiona, roba, se anticipa, y además maneja el balón con mucha más precisión y acierto de lo que el mito que le rodea pueda indicar.
Literalmente se vació en el campo, hasta el punto de pedir clemencia en forma de relevo, que llegó a un cuarto de hora del final del partido. Justa la ovación con la que fue despedido, y justicia es la que espera que aplique Berizzo, que tendrá que ponderar si prefiere lo que le da Pablo Hernández o lo que le da Radoja. El público lo tiene clarísimo, pero el Toto ya ha advertido que sus decisiones no se basan en la popularidad de los jugadores. Si así fuese, Radoja nunca probaría el banquillo.
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