Orgullo


Foto: Xoan Carlos Gil
Pocas veces un aficionado habrá salido tan orgulloso de su equipo como los más de 20.000 celtistas que ayer abandonaban Balaídos con una sonrisa tonta en la cara. Muchas veces resulta difícil de explicar los motivos que llevan a elegir fidelidad eterna a un club modesto, “de los que no ganan títulos”. Resulta especialmente difícil cuando tu interlocutor es de esos que cada año pelean por ganarlo todo con presupuestos disparatados. ¿Por qué?. 

La respuesta estaba ayer en la cara de los celtistas que vieron a su equipo pasar por encima al mejor equipo del mundo en el año 2015. Ganarle con sus propias armas, sin trampa ni cartón. Simplemente siendo mejor jugando al fútbol que el equipo que mejor juega al fútbol en el mundo. Decía Guillem Balagué, corresponsal de la SER en el Reino Unido, que aunque se creía que el Arsenal era el equipo que más se parecía al Barcelona, en realidad ese equipo era el Celta. 

El equipo de Berizzo ha llamado la atención del fútbol mundial, y lo ha hecho siendo honesto, sincero y, sobre todo, respetando y haciendo más grande aún el fútbol. Porque el Celta es respeto al juego. Darlo todo desde el primer minuto, dejarse la piel, adornar la eficacia con el virtuosismo de sus jugadores, sin especular jamás con el resultado. Con honradez y a pecho descubierto. El objetivo es ganar un partido de fútbol jugando al fútbol. 

¿Cómo explicar el orgullo que supone que un club de 30 millones de presupuesto machaque a otro que gasta más de 600 millones todos los años?. Sinceramente, no encuentro las palabras. El Celta es un equipo que jamás ha ganado un título a pesar de haber estado cerca en más de una ocasión. Personalmente no me preocupa porque el orgullo que he sentido en el pasado, que sentí ayer, que sentiré en el futuro, vale más que una copa llenándose de polvo en una vitrina. El fútbol es sentimiento, y ayer hubo sobredosis. 

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