Foto: LFP
Cada uno aparece en la mañana del último domingo con su historia. Que si vengo de correr 10 kilómetros y pensé que haría mejor tiempo en la carrera, que si salí hasta las mil y me he venido vestido pero parece que voy en pijama, que si ayer me quedé en casa porque estaba hecho polvo tras el bodorrio de la semana pasada… Cada uno hace su vida y la comenta como le plazca, pero si el balón empieza a rodar la historia dura 90 minutos, la temática es única y todo lo que se dice y escucha tiene que ver con ese sentimiento inexplicamente maravilloso. La mayoría ya nos conocemos, intimando algunos por encima de lo correcto en público, y adivinaríamos quién ha dicho qué o cómo. El roce hace el cariño y hasta enriquece el conocimiento. Se ven caras nuevas, tímidas o implicadas en una dinámica vertiginosa, que apenas concede una pausa para pedir otra cerveza, mandarle un 'pincho' o tantear el WhatsApp y el Twitter.
"¿Le habrán pitado a Aspas?", ironiza un joven aficionado. Viendo la televisión, dan ganas de ponerse las gafas de sol y echarse protección para soportar el calor sevillano. Rostros pletóricos con el juego celeste, lamentos por las primeras ocasiones perdidas y un breve silencio antes de romper los tímpanos del vecino con el 0-1. "¡Nolito, Nolito, Nolito!", le cantan al andaluz. Como en cada partido, los peinados entran en escena: "Wass, Aspas y Drazic deben ir al mismo peluquero". Normalidad estilística y futbolista son dos conceptos contradictorios. "¡Es que no llegan!", reflexiona la gente en la primera salida de Sergio Álvarez cuando iban 18 minutos. Aplausos para Hugo Mallo, a punto de meter un golazo desde Cangas. La televisión nos confunde. Había sido Orellana. Poco después, Mallo lucha para ceder a Wass en el 0-2 y el gentío enloquece dando saltos. Abrazo por aquí, achuchón por allá. Cuando ganas, el amor fluye. Extraña ver a Krohn-Dehli de blanco. "Esperemos que no se salga", advierten. Hay tanta hambre que la afición solicita el 0-3 en los saques de esquina. Cabral remata como un delantero, Banega prueba a Sergio, el irreverente de turno maldice al árbitro y llega la hora de tomar el aire.
Se respira una paz inmensa en el descanso de la grada. Surgen múltiples elogios al juego del equipo, pero nadie se fía de lo que pueda pasar. "El partido va a cambiar por completo", se rumorea nada más empezar el segundo período. Sergi Gómez se emplea a fondo, Sergio Álvarez demuestra su categoría y Llorente pone el miedo en el cuerpo. Ahí aparece el clásico "¡Se veía venir!". No es nueva la predilección del sector femenino en Morriña Celeste por el riojano. Una voz rebelde pide seriedad. "¡Amósalle!", le reclaman al colegiado. La entrada de Radoja por el 'Tucu' se celebra como un tanto más y el nerviosismo de Iago Aspas preocupa a los celtistas presentes. Tras el palo de Krohn-Dehli, ciertas voces firman el empate. La mayoría confía en el triunfo.
Los aficionados animan como si los ánimos se escuchasen en Sevilla y ensalzan las buenas contras de un Celta guerrero, peleón. Ovacionan a Guidetti por su entrada en el partido, bromean sobre la dificultad para pronunciar Kolodziejczak y transmiten una mayor sensación de seguridad conforme van pasando los minutos, idolatrando la actitud y el comportamiento del equipo. Eso sí, los nervios regresan cuando el balón aparece por nuestra área. "¡Parece sábado y no lo es!", corea el grupo antes de increpar a Jaime Latre por la injusta segunda amarilla a Jonny. "¡Pita, vamos, pita!", solicitan con insistencia. Después, explosión de júbilo, más rondas de cervezas para optar a la preciosa camiseta que se sortea y degustación de una rica paella para los asistentes.
La vida se ve de otra manera cuando uno vence. Siendo domingo, hasta parece sábado y no lo es...
@marcosblancoh
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