Entre el cielo y la tierra - Vuela, Celta, vuela



Foto: Marta Grande

Querido Papi: 

Apúntate esta fecha. Miércoles, 23 de septiembre de 2015. Un día histórico. Una noche que dejará una huella infinita en nuestros corazones y en nuestras memorias, que repiten en bucle los goles, las jugadas y el fascinante juego ofrecido por nuestro Celta ante el todopoderoso conjunto azulgrana. Llegábamos motivadísimos tras el gran triunfo frente al Sevilla en Pijzuán. Se respiraba en el celtismo el ambiente de las grandes citas, pero la realidad superó la fantasía más exagerada, el deseo más inconcebible que puedas imaginar. Ayer me costó dormir porque las pulsaciones seguían álgidas, negándose a recuperar una tranquilidad imposible. Miraba al cielo desde el balcón y en la oscuridad destacaba tu estrella, brillante, con ese rostro desencajado de felicidad que tenías cuando nuestro equipo regalaba partidos legendarios, pataleando el suelo si el balón besaba las redes ajenas, con las manos en alto en un baile de gestos alocados cada vez que el Celta convertía el fútbol en la belleza más asombrosa que se pueda observar. En un mundo tan triste e injusto, donde cada día es una lucha constante para sobrevivir, para salir adelante entre zancadillas, la satisfacción que sentimos los amantes célticos tras golear por 4-1 al Barcelona, campeón de todo, es una alegría eterna que inyecta una fuerza descomunal para desafiar las incógnitas del futuro. No resuelve nada, pero demuestra por enésima vez que con esfuerzo y talento se puede llegar a cualquier parte. 

El Celta salió a morder. Tenías que verles sobre el césped. Once gladiadores en un despliegue colectivo ejemplar que subían y bajaban sin parar, anticipándose a los jugadores de Luis Enrique y peleando hasta la extenuación cada pelota. Once malabaristas del balón, que lo llevaban de un lado a otro a la velocidad de la luz, obsesionados con abordar a Ter Stegen. Berizzo, que se puso elegante para la ocasión, dispuso al once perfecto e hizo un planteamiento extraordinario, correspondido por unos futbolistas entregados a la causa. Atacar, atacar, atacar. Defender, defender, defender. Correr, correr, correr. Disfrutaron sufriendo. Sufrieron disfrutando. En apenas diez minutos, un par de remates y peligro, mucho peligro. El Barça intentaba despertarse de la pesadilla en la que estaba inmerso. Con dos conexiones ofensivas, Messi y Neymar comprobaron que la portería era un muro casi infranqueable con Sergio Álvarez. Máxima emoción. Partidazo. Un tuteo escandaloso. Entonces, apareció Nolito. Controló dentro del área un centro de Hugo Mallo, detuvo el tiempo y con una rosca fabulosa puso el esférico en la escuadra. Delirio. Sin casi tiempo para asimilar la ventaja, Piqué se hizo un lío, Nolito tocó de cabeza para Aspas y éste voló hacia la portería azulgrana para dibujar una vaselina descomunal. Euforia. Fútbol de salón. Excelencia defensiva y ofensiva. El Celta era un bloque sin fisuras, que seguía llegando y evitando el resurgir visitante.

Tras el parón, idéntico entusiasmo y ansias por hurgar en la herida azulgrana. Aspas, pletórico, pudo hacer el 3-0 en una contra y al instante Messi tuvo el 2-1 en sus botas. La pelota se fue a la madera. Quizá si entrase habría cambiado el partido. Nunca lo sabremos. La fortuna hace lo que quiere cuando quiere. Es una excusa poderosa para confundir los hechos. Limitado por el orden y la garra de los célticos, el Barcelona intentó meterse en el choque, pero Sergio inició su exhibición de paradas felinas antes de que llegase la posible sentencia. Córner visitante, pelotazo de Nolito hacia Aspas, carrera del de Moaña, sutil toque para sobrepasar a Alves por arriba y acelerón del '9' hasta colocar el esférico junto al palo derecho del portero alemán. Munir y Neymar eran incapaces de batir a nuestro guardián, mientras el '10' celeste inquietaba una vez más al campeón con una contra fascinante. Luis Enrique realizaba cambios tratando de enmendar el desastre. El Celta quería más ante la impotencia de su rival, un repertorio de caras agónicas y acciones intermitentes. Había que refrescar a los nuestros: 'Tucu' por un exhausto Radoja y Guidetti por el aclamado Aspas. Un cuarto de hora era un mundo si tienes al Barcelona delante. Messi sacó con rapidez una falta, asistencia aérea para Neymar y gran definición del brasileño. Todo podía suceder, aunque los celestes no estaban dispuestos a echarse atrás. Así, Guidetti hizo el 4-1. Esperó dentro del área el buen envío de Mallo desde la derecha, agradeció el fallo de Piqué y resolvió con la derecha tras un fino control. Planas entró por Wass, magnífico en su actuación, y el celtismo aprovechó el tiempo que quedaba para cantar 'A Rianxeira', el himno céltico y cualquier canción que le viniese a la cabeza. Messi, cabizbajo durante su camino hacia el túnel de vestuarios, comprobó una vez más ante Sergio que no había terminado la pesadilla. 

Duele saber que no estás aquí para que celebremos juntos esta victoria, que ocupará un lugar privilegiado en la memoria colectiva del celtismo y de nuestro equipo, aunque sonrío al pensar que, del mismo modo que trabajas cada día allá arriba para que siga haciendo camino, también empujas todo lo que puedes con la intención de que el Celta prospere. Quienes amamos este club, sabíamos que, tarde o temprano, esto podía pasar. El mundo entero ya sabe que, manteniendo la cabeza sobre los hombros, queremos volver a ser grandes y tenemos mimbres para repetir días mágicos como éste. Estoy deseando que sigamos volando el sábado en Ipurúa. Échanos un cable para que la fiesta continúe. 

@marcosblancoh

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