El precio de la osadía


ADRIÁN IRAGO

A menos de una semana del enésimo combate del siglo, el Celta regaló anoche un homenaje pugilístico ante uno de los boxeadores más letales del planeta. Como es costumbre, y lejos de arrugarse, planteó un duelo a golpes que empató (o incluso venció) a los puntos, pero que entregó por KO ante la violencia de su oponente. Riesgo evidente cuando se reta de igual a igual a un rival de potencial superior, pero que demuestra una vez más la personalidad de un boxeador valiente, incómodo para sus adversarios, fiel a su identidad y víctima de su osadía. Siempre se debería perder así. Magullado por el puñetazo definitivo de Tyson, pero presumiendo de haber lastimado a la bestia.

Habla bien del Celta que Ancelotti, incapaz hasta la fecha de ganar en Balaídos, termine el partido con seis defensas sobre el césped. No le habría gustado el descontrol previo. Una primera mitad alocada, eléctrica, de intercambio de golpes, en la que se sintió cómodo en ataque, pero exigido en defensa. Tampoco los 20 minutos previos al 2-4, encerrado en su área, protegiendo una renta mínima y protegido por la condescendencia de un colegiado que obvió dos derribos en zona madridista. Lo del limonero y las magdalenas, que diría Nolito. 

Lo cierto es que el Celta incomodó al Real Madrid desde el inicio. No le robó el esférico, sino que decidió repartírselo para que decidiesen las áreas. Hizo daño con la movilidad de Orellana, al que le faltó lo de siempre: templanza en esa última decisión. Pero sobre todo con Nolito, descarado y brillante, incisivo y vertical. Volvió loco a Carvajal, al que tejió un traje a medida durante los 90 minutos. Fabricó un gol de artista y comandó la ofensiva celeste. Suma 10 goles y 11 asistencias. Dobles dígitos para un jugador genial, diferente. Hará historia en Vigo si decide quedarse. 

Los problemas del Celta empezaron y terminaron en su propio mediocampo. Regresaron los marcajes al hombre más descarados y el Real Madrid no perdonó. James descolocó a Jonny dos veces para generar la autopista donde nacieron los dos primeros. Al Celta no le faltaron recursos para empatar, como demostró Mina, pero sí para guardar su ventaja. Otro equipo no permite una remontada tan veloz, ni un 2-3 al borde del entretiempo. Otro equipo como el Valencia, el Sevilla o el Villarreal. Eso y la pegada son las grandes diferencias con el Celta, el pasito a dar en un futuro para seguir creciendo. 

La segunda mitad desequilibró el dominio alterno. El Celta se adueñó del balón y empujó al Real Madrid hacia su portería. Rondó sus inmediaciones, pero no tuvo el acierto para empatar el choque. Tampoco la justicia, pues el colegiado escamoteó un agarrón de Carvajal a Nolito y una zancallida de Kroos a Orellana. Lo de siempre. Después Chicharito hizo el cuarto y la montaña se empinó demasiado como para volver a escalar.

Derrota dulce, como la del día del Barcelona. Partidos contrapuestos, pero con un denominador común: Balaídos es incómodo para los grandes. Ante los culés no hubo brillantez ofensiva aunque sí defensiva. A la inversa ante los merengues. Con un balance equilibrado se pudo haber rascado en ambos. La temporada que viene será. Momento ahora de agotar las posibilidades de Europa. Último tren el miércoles, ante el Málaga. Ganar o ganar para seguir creyendo. Suerte que entonces no habrá que pelear con Tyson.

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