A por nota


EFE

Aprobado. Así se podría calificar la temporada del Celta a día de hoy. Después de 32 jornadas de competición, el equipo vigués selló anoche de forma virtual su objetivo primario tras un partido más cómodo de lo que indica el marcador. Su triunfo en Eibar otorga la cifra mágica de los 42 puntos, otrora indispensables para salvar la categoría, y actualmente más que sobrados para mantenerse un año más en Primera División. Con seis fechas por delante, la mente se centra en mejorar la nota final. El Málaga, a 4 puntos de distancia, marca el camino a recortar para soñar con el hipotético billete a Europa. Difícil, pero no imposible. 

La preocupación por la permanencia quedó atrás en Ipurúa, territorio hostil en más de una ocasión, pero en el que gobernaron los de celeste durante la noche de ayer. Bien es cierto que en su primera temporada en Primera el Eibar no ha convertido su estadio precisamente en un fortín. Muchos equipos han logrado puntuar, pero pocos lo han hecho sin sufrir. El Celta, pese a lo estrecho del electrónico, apenas padeció. Soportó la acometida inicial y bajó el balón al césped. Entonces se adueñó de un rival limitado, autor de una proeza durante la primera mitad de campeonato, pero víctima de la misma en su final. Merece salvarse por todo lo que ha conseguido con tan poco, aunque visto lo visto lo va a tener difícil. Ha perdido sobriedad en defensa y carece de ideas en ataque. Sufrirá.

Al Celta le faltó acierto para restarle incertidumbre al epílogo. Con un Krohn-Dehli colosal, manejó el partido a su antojo. Especialmente en el segundo acto, cuando el vikingo ganó metros tras la entrada de Pablo Hernández. Ahí debieron sentenciar los Nolito, Orellana o Larrivey, que no tuvieron su noche de cara a puerta. Ipurúa demostró señorío y aplaudió la actuación del danés al ser sustituido. Gesto de gran afición que espera recibirle de nuevo la temporada que viene. Será, por desgracia, con una camiseta diferente a la celeste. En Vigo ya sólo le restan seis encuentros para despedirse a lo grande.  

Fue también el partido de los laterales, que por momento parecieron extremos. Sin exigencias atrás, especialmente Hugo Mallo, se incorporaron con frecuencia al ataque. El de Marín ofreció la versión que se le reclama, con más presencia ofensiva que nunca e incluso rozando el gol en alguna ocasión. Con Jonny, por su parte, se agotan los calificativos. No para de crecer y lo lógico sería verle hacer las maletas en verano. Juega a favor el hecho de que se trata de un futbolista que no llama la atención. Su valor es incalculable, pero no reluce como otros. Con 21 años parece un veterano. Objetivamente, quizás sea el mejor canterano que ha fabricado A Madroa en la última década. 

Seis partidos en el horizonte y la posibilidad real de jugar en Europa la temporada que viene. El calendario es complicado, probablemente el más complejo de todos los rivales por esa séptima plaza, empezando el próximo sábado por el campeón de Europa. Sin embargo, exige pelearlo, que no conseguirlo. Una vez más, y ya van varias en esta segunda vuelta  -Córdoba, Deportivo, Elche, Levante, Granada, Eibar-, el Celta ha demostrado que su lucha nunca debió ser la permanencia. Su nivel es claramente superior al de vagón de cola. Eso no implica la obligación de jugar en Europa. Debajo de los grandes hay un ramillete de equipos de perfil medio capaces de discutir ese séptimo lugar al sorprendente Málaga. Esa es la pelea natural del Celta. Puede lograrlo o no, pero la calidad de su plantilla demanda luchar por ello. A falta de seis jornadas, ese será su cometido.



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