La Otra Crónica: tarde piaches


Foto: Lalo Villar
Tenía una oportunidad idónea el Celta (¿quién sabe si la última?) de engancharse al sueño europeo y, la realidad apremia, no la aprovechó ni mucho menos. Los del Toto, que sorprendió introduciendo a un desdibujado Álex López de inicio, se vieron superados por el Athletic Club en la primera parte y cuando quisieron reaccionar en la segunda ya era demasiado tarde.

El debate en el celtismo es cada vez más monocromático: ¿cuánta culpa tiene Berizzo? De la primera parte, poca. Los jugadores saltaron al césped sin tensión, con poco movimiento y separando las líneas en demasía. Es muy dudoso que el técnico argentino le pidiese tal cosa a sus pupilos, por lo que no hay otros culpables en ese término que los propios jugadores. El Athletic sí quiso el partido y lo jugó con inteligencia, bien junto y aprovechando a su mejor hombre, un Aduriz que desequilibra los partidos con su sola presencia.

La jugada clave del encuentro, aquella en la que Mateu Lahoz se cubrió de gloria una vez más, es buen ejemplo de ello. El Celta busca en largo a Larrivey, que volvía también al once titular, y este peina el balón sin respuesta alguna de sus compañeros, demasiado alejados de él. Los bilbaínos roban y buscan en largo a su ‘9’, que también la peina ganando la espalda de la zaga celeste siendo un hiperactivo Muniain quien sigue la jugada y provoca la pena máxima. Como en un espejo, el Celta quiso ser Athletic pero no supo jugar a lo que los jugadores vascos interpretan a la perfección. Una paradoja que lastraría el partido para los locales.

Porque el 0-2 de San José, tras remate de Aduriz al larguero en un córner, vino a consecuencia. Los vigueses estaban en K.O. técnico y, lejos de dominar el juego, se vieron superados por los del Txingurri Valverde en todas las facetas. Augusto no conectaba con Krohn-Dehli y Álex López, demasiado alejado de la medular, no conectaba ni con estos ni con los hombres de arriba. Imprecisiones, poca presión, y lentitud defensiva. Un cóctel explosivo que se revirtió, en cierta manera, con la entrada al comienzo de la segunda parte de Santi Mina. El canterazo sustituyó a Álex y el partido, con su intensidad, cambió radicalmente.

Orellana pasó a formar de mediapunta y el equipo encontró el sentido. Más intensidad, más movilidad, más juego entre líneas. El Athletic reculó y cuando Larrivey cabeceó a gol sin que se hubiese cumplido el minuto 70 cabía esperar que el empate estuviese próximo. Parecía pronto, pero fue tarde. Sobre todo a tenor de la falta de reacción por parte de Berizzo. Una vez más los cambios fueron muy tardíos y ahí sí que tuvo culpa el técnico. Algunos jugadores, por cansancio o porque sencillamente no era su día, merecieron ser sustituidos para darle un aire nuevo al equipo.

Pero el Toto esperó, como siempre, hasta pasado el minuto 80 para mover ficha. El partido se fue enfriando, la defensa se volvió caótica y el Athletic todavía pudo sentenciar a la contra. El Celta quiso, pero no pudo. Esos quince minutos en los que quizá pudo empatar supieron a poco y el efecto Pepsi-Cola se diluyó antes de tiempo. Toca ahora visitar Valencia para enfrentarse con un Levante claramente inferior. ¿Una final? No para el objetivo ‘terrenal’, pero sin duda sí lo será si todavía queremos otear Europa. Urge agarrar el partido por la pechera desde el minuto uno. Lo demás son cuentos chinos.


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