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Foto: Lalo R. Villar |
Llegaba el Celta con la ansiedad y el Toto Berizzo con la
urgencia. Y, a pesar de todo, el entrenador argentino le imprimió calma a su
equipo instándolo a hacer lo que mejor sabe: jugar al fútbol desde la buena
presión, la pausa en la elaboración y la verticalidad en los últimos metros. Volvieron,
por lo tanto, las brillantes asociaciones entre los jugadores del frente
ofensivo, la buena colocación defensiva (siendo más flexible en las marcas al
hombre, quién sabe si por demérito del Córdoba) y el raseo de balón al que ya
nos habíamos acostumbrado en el viejo Balaídos. Fue, sobre todo en los primeros
45 minutos, el Celta más reconocible de la temporada.
Ante la ausencia de Jonny, el Toto optó por Sergi Gómez en
el flanco derecho de la defensa y la esperada continuidad de Planas en el
izquierdo. Las sorpresas vinieron en el centro del campo, emulando quizá lo que
ya había hecho en el buen partido contra el Valencia semanas atrás. Formaron
Augusto, más como pivote, y Krohn-Dehli, más como interior. Y esa dupla
benefició a ambos en sus virtudes: el danés tocó el balón en zonas de más
influencia y el argentino pudo bregar y sacar el balón con el talento que le
caracteriza. Esa sala de máquinas fue la clave de un partido que el Celta agarró
por los hombros sirviendo continuamente buenos balones a Nolito, Orellana y
Santi Mina. La tripleta de jugones hizo el resto asociándose y buscando con
peligro a un fallón Larrivey.
Y, a pesar de esa grandísima primera parte, el Córdoba tuvo
sus opciones al contraataque. Esas opciones las desbarató, por suerte, un
Sergio Álvarez que recuperó la confianza y alargo sus felinas manos en un par
de buenas paradas. Se resistía, en el otro área, el gol local. La falta de
acierto inflaba el balón de ansiedad y aunque el dominio era incontestable, el
cuento recordaba demasiado al de los 10 partidos anteriores. El final, no sin
suspense, fue muy distinto.
La segunda parte comenzó como terminó la primera, con el
Celta mandando y mandando y el Códoba agazapado buscando su oportunidad. Pero
llegó, en el minuto 55, la genialidad que todos esperábamos desde hace tres
meses. Desde que, por méritos propios, Manuel Agudo ‘Nolito’ fuese convocado
por Vicente del Bosque para debutar con la selección española. El gol que su
calidad atesora y que, brindado con por una preciosa acción del ‘Poeta’
Orellana, hizo saltar a la grada de Balaídos al lamer la red con sutil disparo
de interior. El trabajo más duro, el de sacudirse la ansiedad y la losa anímica
de la falta del gol, estaba ya finiquitado. Solo quedaba crecer.
Pero quién sabe si por los nervios, el miedo, las ganas de
cortar con la racha o el empuje de un Córdoba que decidió despertar; el Celta
fue reculando y tanto Augusto como Krohn-Dehli fueron perdiendo el dominio del
esférico. ¿Fatiga? ¿Bloqueo mental? El caso es que pudo salir caro ese bajón, extendido
prácticamente hasta el final del encuentro, si Teixeira Vitienes (¿el malo o el
peor?) hubiese pitado un penalti de Planas que arroja muchas dudas incluso tras
la repetición. Error en la señalización o no, lo cierto es que el trencilla se
metió el solito en un lío con la complicidad de su asistente, que claramente
marcaba falta a favor de los locales desde el primer momento. Un disparate que,
como todos ustedes saben, solamente puede ocurrir en la ‘mejor liga del mundo’.
A partir de ese momento, con los cinco minutos de descuento
incluidos, dejó de jugarse por ambas partes y el desconcierto hacía prever que
el Córdoba podría tener alguna. No fue así y el que la tuvo fue Larrivey que,
coronando su fallido partido en cuanto al remate se refiere (nunca se le puede
negar intención y sacrificio), marró un mano a mano servido una vez más en
saque de banda por Nolito. Salvó el pellejo Berizzo, o más bien lo salvó el
Celta, cortando por fin la peor racha de resultados que se recuerda. Si el
argentino continúa (esperemos que sí), ha de seguir en esta línea y matizar
todos aquellos errores que eran cada vez más evidente. Y los jugadores, que de
ellos va el cuento, han de remar y confiar en que todos juntos y con el balón
por bandera, se pueden dar todavía muchas alegrías.
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