Cambio de tendencia


CÉSAR QUIÁN

Pasarón, Balaídos y ayer Riazor. El Celta puso anoche el lazo a una temporada en la que el cielo de Galicia vuelve a ser celeste. Tras unos años de decepciones, recuperó el trono gallego con un merecido triunfo ante un Depor voluntarioso pero inferior, víctima de los errores propios y ajusticiado por el arsenal celeste. Como en la ida, aunque quizás no de manera tan pronunciada, se apreció la distancia que separa a ambos conjuntos. Uno, el herculino, en pleno proceso de reconstrucción en búsqueda de la estabilidad económica y clasificatoria. Otro, el olívico, asentado en la élite y caminando con paso firme hacia un futuro cargado de ilusión. La calidad se impuso a la voluntad. El Depor quiso y no pudo. El Celta pudo y lo hizo.

20 minutos le costó a los de Berizzo acomodarse en Riazor. Aguantó el chaparrón inicial de intensidad y coraje que planteó el Deportivo. A diferencia de sus predecesores logró no ser engullido en el primer cuarto de hora. A partir de entonces, el trabajo de Augusto le entregó la pelota a Krohn-Dehli y el derbi se jugó a lo que quiso el danés. Su evolución como futbolista en las dos temporadas y media que lleva en Vigo es digna de estudio. A su indiscutible calidad le ha añadido ritmo. Está en todos lados. Corre, presiona, roba, distribuye e incluso dispara. Sabe encontrar la pausa cuando el partido lo requiere y el vértigo cuando el momento lo demanda. Si finalmente termina abandonando el equipo a final de temporada, su partido de anoche en Riazor quedará como el recuerdo más hermoso de su paso por Vigo. 

Otro que se coronó ayer fue Augusto Fernández. En una labor más oscura que la de su compañero, sobresalió una vez más. Acierto de Berizzo en una apuesta arriesgada que está saliendo a las mil maravillas. El de Pergamino se ha adaptado perfectamente al rol de mediocentro puro y, acompañado de Radoja, fue otro de los hombres claves del choque. Además del sacrificio innegociable, el argentino aporta serenidad con la pelota en los pies. Emplea el desborde del otrora extremo y no sufre los inconvenientes de su limitada velocidad. La rapidez está en la cabeza. Suyo fue el inicio de la jugada que finalizó con el primero de la noche. 

Charles anotó y encontró premio a su trabajo. Con él el Celta perdió centímetros por arriba, pero ganó un pase por abajo. No paró de moverse y de ofrecerse. La inoportuna lesión posterior le dejó tiempo no obstante de terminar con la participación de Lopo en el partido. Fue entonces el turno de Larrivey, ansioso por ganar la batalla a esa portería a la que no vencía desde el mes de noviembre. No sabía que el destino, y Luisinho, le regalarían otro gol en un escenario especial. Dos goles a domicilio, en el Camp Nou y en Riazor. Inmejorable. 

Entre medias el Depor apretó en busca del empate. Pocas grietas permitió un Celta muy serio en defensa. Cuando surgieron, apareció Sergio para desbaratar por dos ocasiones el arreón blanquiazul. Nada pudo hacer en la tercera intentona más allá de confiar en que Oriol Riera mantuviese su gafe de cara a puerta. El ex-céltico encontró el larguero y ese fue el principio del fin para el Depor. Luego llegaría la expulsión, el segundo y el jolgorio visitante. 

Octava victoria en Riazor como equipo de Primera División. Más de ocho años después de aquel solitario gol de Nené, la marea celeste desplazada a A Coruña pudo volver a disfrutar de una fiesta en casa del eterno rival. Un partido que invierte la tendencia y sitúa nuevamente al Celta como rey del fútbol gallego. Hora de disfrutar en el sur y de fruncir el ceño en el norte. Cosas que tienen los derbis. Así será al menos hasta la temporada que viene.  

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