Pedí una silla y me trajeron el IKEA


Foto: Miguel Riopa
Casi al final del verano futbolístico, con la temporada a punto de comenzar, se conocía el fichaje de Nemanja Radoja, un centrocampista serbio de apenas 21 años que debía de cubrir el hueco dejado por Borja Oubiña. Pocos conocían por entonces a este futbolista del que había escasas referencias, más allá de su condición de jugador procedente de los balcanes, caladero muy utilizado por el Celta en los años noventa, encontrando futbolistas que, en líneas generales, dejaron un gran recuerdo en Vigo. 

El encarecimiento de los jugadores de la antigua Yugoslavia, y la pérdida de poder adquisitivo por parte del Celta provocaron que en los últimos años apenas llegasen a Vigo jugadores serbios o croatas, pero casi siempre son una garantía, especialmente si llegan de la propia liga serbia, y no de otras ligas, rebotados, como Danijel Pranjic. El problema de Radoja parecía su edad, elemento crítico ya que en su posición estaba jugando Borja Fernández, un par de años más joven, pero canterano y formado en A Madroa. 

No fueron pocos los que criticaron la incorporación, aduciendo al periodo de adaptación necesario del futbolista como principal rémora. Radoja ya jugó en la primera jornada, apenas unos minutos sustituyendo al propio Borja. Demasiado poco tiempo como para realizar ninguna valoración, pero sería titular en la segunda jornada y ya nadie fue capaz de sacarlo del equipo. 

El serbio ha venido jugando de mediocentro, pero en más de una ocasión se ha encargado de seguir a la estrella rival cual perro de presa cuando atacaba el rival, para cambiarse el traje de faena por el smoking y empezar a repartir juego en ataque cual crupier. Se convirtió en el eje sobre el que pivota el juego celeste, la bisagra perfectamente engrasada que mueve al equipo. 

Pero ayer Berizzo le pidió dar un paso más situándolo como central en una defensa de tres. Ya se había movido en posiciones similares, incluso cuando el partido lo había exigido, pero nunca, como ayer, desde el inicio y con sus tareas tan claramente delimitadas. Radoja secó a los atacantes valencianistas y robó todo balón que merodeaba su zona. Hizo lo mismo que cuando juega de pivote, pero unos metros más atrás, y sin la responsabilidad de iniciar el juego de ataque. 

No es fácil esa transformación, si bien es cierto que ya había jugado de central en alguna ocasión, en la liga serbia, pero teniendo en cuenta que su posición más natural es la del mediocentro. Desconocemos si esto fue una prueba, o algo específico para el rival que había enfrente, y también si se repetirá en el futuro, pero anoche Berizzo se acostó teniendo claro que a Radoja se le puede pedir lo que sea, lo que quieras.

Recuerdo que hace unos años, cuando Canobbio fichó por el Valencia, Rafa Benítez, por entones técnico de los valencianistas, dijo en rueda de prensa una frase ya mítica: "Pedí una silla y me trajeron una lámpara", mote con el que fue conocido el uruguayo durante su estancia en España. Si le preguntasen a Berizzo por Radoja, bien podría contestar algo así: "Pedí una silla y me trajeron el IKEA entero". Eso sí, montado. 

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