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Foto: Javier Soriano |
Resulta imposible,
por evidente, analizar el partido del pasado sábado en el Santiago
Bernabéu sin que la figura del árbitro sea clave en el resultado
final. Un penalti inexistente, como tantas otras veces en el temido
'coliseo blanco', tira por la borda el trabajo bien hecho y el bonito
espectáculo que sucede de un partido de fútbol entre un coloso y un
aspirante. El Celta de Berizzo se vio envuelto en el engaño de un
Cristiano Ronaldo piscinero y por consecuencia en la predisposición
del señor Undiano Mallenco a ser engañado. Lo más triste de la
situación, que viene siendo la misma desde haca ya muchos años, es
que por una parte de la prensa globalizada y forofa se hablará del
récord goleador del portugués y por la otra se utilizará al Celta
como comparsa para atizar a la 'caverna'. No sabe uno qué es peor.
Hablando de
fútbol: el equipo vigués plantó cara como buenamente pudo. Berizzo
y los suyos demostraron (o más bien confirmaron) su personalidad en
cuanto al juego. Daba igual que delante estuviese uno de los equipos
más en forma del continente europeo, los celestes quisieron tener el
balón y consiguieron anular a todo un Toni Kroos en su feudo. Sin
mucho peligro, eso sí, pero con la sensación de que poco a poco el
Real Madrid se iba encerrando en su terreno de juego con pocas
opciones con la pelota en los pies.
Faltó, como viene
siendo habitual en esta racha negativa, poner la puntilla. Dar el
penúltimo pase, romper la línea defensiva final y rematar a
portería. Aunque solo fuese para probar a Iker Casillas ya que el
guardameta blanco no tuvo una tarde esforzada por el poco peligro que
llevaron los Nolito, Larrivey y Orellana de cara a puerta. Y en esas
apareció Undiano, pero también la pegada madridista. Poco necesita
este Madrid para crear peligro y si bien es cierto que su juego ha
tornado a la posesión de la pelota, su buen hacer en el balón largo
y el contraataque sigue siendo una baza difícil de defender. Bastó
un pelotazo de Marcelo tras larga posesión celtista para crear la
ocasión del piscinazo de Cristiano. Duro golpe para un Celta que ya
casi no se recuperó.
La segunda parte
fue un quiero y no puedo lastrado por el difícil escenario
psicológico y por lo pesadas que ya están las piernas a estas
alturas. Imprecisiones en el pase, carreras infructuosas, falta de
claridad en la creación. A pesar de que lanzaron un par de tiros con
intención tanto Orellana como Nolito, la sensación ya era de
partido perdido. Apareció otra vez Cristiano, esta vez para
empujarla por partida doble y ser alabado por los Roncero y compañía
por sus dotes de mega-crack. Su actitud y la complicidad arbitral es
cosa nuestra, que vemos conspiraciones donde no las hay.
Está el Celta,
sin duda, en un momento muy delicado, sin duda. Preocupa la falta de
gol, pero hay que ser cautos y no sacar conclusiones precipitadas de
un partido contra el Real Madrid que, para colmo, estuvo condicionado
por el árbitro poco después de la media hora. Lo positivo: la
personalidad del equipo en cada salida, la intención de presionar
arriba y defenderse con la pelota. Siempre habrá cosas que mejorar,
pero el camino ha de ser este y no el del alarmismo. Se viene un test
importante en la Rosaleda que de verdad marcará el momento del
equipo y dilucidará el techo que podremos ponernos esta temporada.
¿Permanencia o Europa? Ninguna está lejos.
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